Las profundidades de la tierra son el arsenal del Señor, de donde se sacaron las armas empleadas en la destrucción del mundo antiguo. Las aguas brotaron de la tierra y se unieron a las aguas del cielo para llevar a cabo la obra de desolación. Desde el diluvio, el fuego y el agua han sido instrumentos de Dios para destruir ciudades impías. Estos juicios son enviados para que los que tienen en poco la ley de Dios y pisotean su autoridad, tiemblen ante su poderío, y reconozcan su justa soberanía.
Cuando los hombres han visto montañas encendidas arrojando fuego, llamas y torrentes de minerales derretidos, que secaban ríos, cubrían populosas ciudades y regaban por doquiera ruina y desolación, los corazones más valientes se han llenado de terror, y los infieles y blasfemos se han visto obligados a reconocer el infinito poder de Dios.
Los antiguos profetas, al referirse a escenas de esta índole, dijeron: "¡Oh si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes, como fuego abrasador de fundiciones, fuego que hace hervir las aguas, para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos, y las gentes temblasen a tu presencia! Cuando, haciendo terriblezas cuales nunca esperábamos, descendiste, fluyeron los montes delante de ti."
"Jehová marcha entre la tempestad y turbión , y las nubes son el polvo de sus pies. El amenaza a la mar, y la hace secar, y agosta todos los ríos." (Isa. 64: 1-3; Nah. 1: 3, 4.)
Las más terribles manifestaciones que el mundo jamás haya visto hasta ahora, serán presenciadas cuando Cristo vuelva por segunda vez. "Los montes tiemblan de él, y los collados se deslíen; y la tierra se abrasa a su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan. ¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pie en el furor de su enojo?" "Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende: toca los montes, y humeen. Despide relámpagos, y disípalos; envía tus saetas, y contúrbalos." (Nah. 1:5, 6; Sal. 144: 5, 6.)
"Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo." "Entonces fueron 101 hechos relámpagos y voces y truenos; y hubo un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no fue jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra." "Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados. Y cayó del cielo sobre los hombres un grande granizo como del peso de un talento." (Hech. 2: 19; Apoc. 16: 18, 20, 21.)
Cuando se unan los rayos del cielo con el fuego de la tierra, las montañas arderán como un horno, y arrojarán espantosos torrentes de lava, que cubrirán jardines y campos, aldeas y ciudades. Masas incandescentes fundidas arrojadas en los ríos harán hervir las aguas, arrojarán con indescriptible violencia macizas rocas cuyos fragmentos se esparcirán por la tierra. Los ríos se secarán.
La tierra se conmoverá; por doquiera habrá espantosos terremotos y erupciones..
Así destruirá Dios a los impíos de la tierra. Pero los justos serán protegidos en medio de estas conmociones, como lo fue Noé en el arca. Dios será su refugio y tendrán confianza bajo sus alas protectoras.
El salmista dice: "Porque tú has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal." "Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; ocultaráme en lo reservado de su pabellón." La promesa de Dios es: "Por cuanto en mí ha puesto su voluntad, yo también lo libraré: pondrélo en alto, por cuanto ha conocido mi nombre." (Sal. 91: 9, 10, 14; 27: 5.) 102 CSEGW MHP