"Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno". *Ecles. 11:6.
El lugar definido señalado para nosotros en la vida lo determinan nuestras aptitudes.
No todos alcanzan el mismo desarrollo, ni hacen con igual eficiencia el mismo trabajo.
Dios no espera que el hisopo adquiera las proporciones del cedro, ni que el olivo alcance la altura de la majestuosa palmera.
Pero todos deberíamos aspirar a la altura a que la unión del poder humano con el divino nos permita alcanzar.
Muchos no llegan a ser lo que debieran porque no emplean el poder que hay en ellos. No echan mano, como deberían hacerlo, de la fuerza divina.
Muchos se desvían de la actividad en la cual alcanzarían verdadero éxito. En procura de más honores, o de una tarea más agradable, intentan algo para lo cual no están preparados.
Más de un hombre cuyos talentos se adaptan a una vocación determinada, desea ser profesional; y el que hubiera tenido éxito como agricultor, artesano o enfermero, ocupa inadecuadamente el puesto de pastor, abogado o médico.
Hay otros que debieran haber ocupado un puesto de responsabilidad, pero por falta de energía, aplicación o perseverancia, se contentan con un puesto más fácil.
Es necesario que sigamos más estrictamente el plan de vida de Dios.
Esmerarnos en hacer el trabajo que tenemos más a mano, encomendar nuestros caminos a Dios y estar atentos a las indicaciones de su providencia, son reglas que aseguran el logro de una buena ocupación.
El que descendió del cielo para ser nuestro ejemplo pasó casi treinta años de su vida dedicado al 268 trabajo manual común, pero durante ese tiempo estudió la Palabra y las obras de Dios, y ayudó y enseñó a todos los que estaban dentro de la esfera de su influencia.
Cuando empezó su ministerio público, anduvo sanando a los enfermos, consolando a los tristes y predicando el Evangelio a los pobres. Esta es la obra de todos sus seguidores.
"Sea el mayor entre vosotros como el más joven" dijo, "y el que dirige, como el que sirve. Porque... yo estoy entre vosotros como el que sirve". *Luc. 22:26,27.
El amor y la lealtad a Cristo son la fuente de todo servicio verdadero. En el corazón conmovido por su amor nace el deseo de trabajar por él.
Estimúlese y diríjase debidamente ese deseo. Ya sea en el hogar, el vecindario o la escuela, la presencia del pobre, el afligido, el ignorante o el desventurado no debería ser considerada como una desgracia, sino como el medio de proveer una preciosa oportunidad para el servicio. ED EGW MHP