martes, 12 de noviembre de 2019

08. UNA COMPAÑÍA (ADAN Y EVA) I. CONFLICTO Y VALOR (EGW).


Gén 2: 18-25.
No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. (Gén. 2: 18).
Después de la creación de Adán, toda criatura viviente fue traída ante su presencia para recibir un nombre; vio que a cada uno se le había dado una compañera, pero entre todos ellos no había "ayuda idónea para él".  Entre todas las criaturas que Dios había creado en la tierra, no había ninguna  igual al hombre.  "Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él" (Gén. 2: 18).  

El hombre no fue creado para que viviese en la soledad; había de tener una naturaleza sociable.  Sin compañía, las bellas escenas y las encantadoras ocupaciones del Edén no hubiesen podido proporcionarle perfecta felicidad.  Aun la comunión con los ángeles no hubiese podido satisfacer su deseo de simpatía y compañía.  No existía nadie de la misma naturaleza y forma a quien amar y de quien ser amado.

Dios mismo dio a Adán una compañera.  Le proveyó de una "ayuda idónea para él", alguien que realmente le correspondía, una persona digna y apropiada para ser su compañera y que podría ser una sola cosa con él en amor y simpatía.  Eva fue creada de una costilla tomada del costado de Adán; este hecho significa que ella no debía dominarle como cabeza, ni tampoco deba ser humillada y hollada bajo sus plantas como un ser inferior, sino que más bien debía estar a su lado como su igual, para ser amada y protegida por él.  

Siendo parte del hombre, hueso de sus huesos  carne de su carne, era ella su segundo y yo;  quedaba en evidencia la unión íntima y afectuosa que debía existir en esta relación.  "Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la sustenta y regala".  "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y allegarse a su mujer, y serán una sola carne" (Efe. 5: 29; Gén. 2: 24).

Dios celebró la primera boda
 De manera que la institución del matrimonio tiene como su autor al Creador del Universo. "Honroso es en todos el matrimonio" (Heb. 13:4). Fue una de las primeras dádivas de Dios al hombre, y es una de las dos instituciones que, después de la caída, llevó Adán consigo al salir del paraíso. Cuando se reconocen y obedecen los principios divinos en esta materia, el matrimonio es una bendición: salvaguarda la felicidad y la pureza de la raza, satisface las necesidades sociales del hombre y eleva su naturaleza física, intelectual y moral. (Patriarcas y Profetas, págs. 26, 27). 15

07. LA OPORTUNIDAD DE ELEGIR. (ADAN Y EVA) I. CONFLICTO Y VALOR (EGW).


Gén 2: 16, 17.
Más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; 
porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. 
(Gén. 2: 17).
Nuestros primeros padres, a pesar de que fueron creados inocentes y santos, no fueron colocados fuera del alcance del pecado. . . Debían gozar de la comunión de Dios y de los santos ángeles; pero antes de darles seguridad eterna, era menester que su lealtad se pusiese a prueba.  En el mismo principio de la existencia del hombre se le puso freno al egoísmo, la pasión fatal que motivó la caída de Satanás.  

El árbol del conocimiento, que estaba cerca del árbol de la vida, en el centro del huerto, había de probar la obediencia, la fe y el amor de nuestros primeros padres.  Aunque se les permitía comer libremente del fruto de todo otro árbol del huerto, se les prohibía comer de éste, so pena de muerte.  También iban a estar expuestos a las tentaciones de Satanás; pero si soportaban con éxito la prueba, serían colocados finalmente fuera del alcance de su poder, para gozar del perpetuo favor de Dios. . .

Dios pudo haber creado al hombre incapaz de violar su ley; pudo haber detenido la mano de Adán para que no tocara el fruto prohibido, pero en ese caso el hombre hubiese sido, no un ente moral libre sino un mero autómata. Sin libre albedrío, su obediencia no habría sido voluntaria, sino forzada. No habría sido posible el desarrollo de su carácter. . . 

Hubiese sido indigno del hombre como ser inteligente, y hubiese dado base a las acusaciones de Satanás, de que el gobierno de Dios era arbitrario. Dios hizo al hombre recto; le dio nobles rasgos de carácter, sin inclinación hacia lo malo. Le dotó de elevadas cualidades intelectuales, y le presentó los más fuertes atractivos posibles para inducirle a ser constante en su lealtad. La obediencia, perfecta y perpetua, era la condición para la felicidad eterna.  Cumpliendo esta condición, tendría acceso al árbol de la vida. . .

Mientras permaneciesen fieles a la divina ley, su capacidad de saber, gozar y amar aumentarla continuamente. Constantemente obtendrían nuevos tesoros de sabiduría, descubriendo frescos manantiales de felicidad, y obteniendo un concepto cada vez más claro del inconmensurable e infalible amor de Dios (Patriarcas y Profetas, págs. 29-31, 33). 14