jueves, 12 de marzo de 2020

47. CONSECUENCIAS EN LA SALUD DE LA BEBIDAS SUAVES.


CONDICIONES DE ENFERMEDAD PRODUCIDAS POR EL USO DE SIDRA.
Del consumo habitual de sidra puede resultar una tendencia a enfermedades diversas, tales como hidropesía, desórdenes hepáticos, temblores nerviosos y congestión cerebral. Mediante su consumo muchos acarrean sobre sí mismos enfermedades permanentes. Algunos mueren de tuberculosis o son víctimas de apoplejía sólo por esta causa. Algunos sufren de dispepsia. Toda función vital se niega a actuar, y los médicos les dicen que tienen desarreglos hepáticos, cuando si ellos se deshicieran de su barril de sidra y nunca cedieran a la tentación de reemplazarlo, sus fuerzas vitales maltratadas recobrarían el vigor. The Review and Herald, 25 de marzo de 1884 Te 84

EFECTOS DEL VINO DESPUÉS DEL DILUVIO.
El mundo había llegado a ser tan corrupto debido a la complacencia del apetito y las bajas pasiones en los días de Noé, que Dios destruyó a sus habitantes con las aguas del diluvio. A medida que los hombres se multiplicaron nuevamente sobre la tierra, la complacencia del vino, llevada hasta la embriaguez, pervirtió los sentidos y preparó el camino para el comer carne en exceso y el fortalecimiento de las pasiones animales. Los hombres se levantaron contra el Dios del cielo, y sus facultades y oportunidades se consagraron para glorificarse a sí mismos antes que honrar a su Creador.—Redemption; or the Temptation of Christ in The Wilderness, 21, 22

LLEVA AL CONSUMO DE BEBIDAS MÁS FUERTES.
El beber sidra lleva al consumo de bebidas más fuertes. El estómago pierde su vigor natural y se necesita algo más fuerte para despertarlo a la acción. En cierta ocasión en que mi esposo y yo estábamos viajando, nos vimos obligados a pasar varias horas esperando el tren. Mientras estábamos en la estación entró al restaurante anexo un campesino de rostro enrojecido y congestionado, que con voz fuerte y ronca preguntó: “¿Tiene Ud. aguardiente de primera?” Se le contestó que sí, y pidió medio vaso. “¿Tiene pimienta?” “Sí”, fue la respuesta. “Bueno, ponga adentro dos cucharadas bien grandes”. Luego pidió que agregaran dos cucharadas de alcohol, y terminó pidiendo “una buena cantidad de pimienta negra”. El hombre que estaba preparando la mistura preguntó: “¿Qué va Ud. a hacer con esta mezcla?” El contestó: “Supongo que esto me hará efecto”, y llevándose el vaso lleno a los labios bebió todo su ardiente contenido. Mi esposo dijo: “Ese hombre ha usado estimulantes hasta destruir las delicadas paredes del estómago. Supongo que estarán tan insensibles como una bota quemada”. 

Muchos al leer esto se reirán de la advertencia de peligro. Dirán: “Ciertamente el poco de vino o sidra que yo uso no puede hacérme daño”. Satanás tiene marcados a los tales como su presa; los lleva paso a paso, y ellos no se dan cuenta de eso, hasta que las cadenas del hábito y el apetito son demasiado fuertes para ser rotas. Vemos el poder que el apetito por la bebida fuerte tiene sobre los hombres; vemos cuántos hombres de todas las profesiones y de pesadas responsabilidades, de elevada posición, de eminentes talentos, de grandes logros, de finos sentimientos, de fuertes nervios y de grandes facultades intelectuales lo sacrifican todo por la complacencia del apetito hasta reducirse al nivel de las bestias brutas; y en muchísimos casos, su caída comenzó con el consumo de vino o sidra. Sabiendo esto, me opongo decididamente a la elaboración de vino o sidra para ser usados como bebida. ... Si todos fueran vigilantes y fieles en guardar las pequeñas brechas abiertas por el uso moderado de los supuestamente inofensivos vino y sidra, se cerraría el camino a la embriaguez. 
The Review and Herald, 25 de marzo de 1884Te 85.