2 Tim. 4:1-5; 3:1-5.
Te encarezco delante de
Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su
manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y
fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. (2
Tim. 4:1,2).
En ésta su última carta
a Timoteo, Pablo levanta ante el joven obrero un elevado ideal, puntualizando
los deberes que le corresponden como ministro de Cristo. . .
Pablo le ordena
predicar la Palabra, y no los dichos y costumbres de los hombres; de estar
listo para testificar por Dios en cualquier oportunidad que se le presente,
delante de grandes congregaciones, o círculos privados, por el camino o en los
hogares, a amigos como a enemigos, en seguridad o expuesto a durezas y
peligros, oprobios y pérdidas.
Temiendo que la
moderación de Timoteo y su disposición condescendiente pudiesen llevarle a
rehuir una parte principal de su trabajo, le exhortó a ser fiel en reprobar el pecado,
y hasta en reprender con severidad a los que eran culpables de graves males. No
obstante debía hacerlo "con toda paciencia y doctrina". Debía revelar
la paciencia y amor de Cristo. . .
Odiar Y Reprender El
Pecado y al mismo tiempo mostrar misericordia y ternura por el pecador, es
tarea difícil. Cuanto más fervoroso sea nuestro esfuerzo para obtener santidad
de vida y corazón, tanto más perspicaz será nuestra percepción del pecado y más
decidida nuestra desaprobación por cualquier desviación de lo recto.
Debemos cuidarnos
contra una severidad excesiva hacia los que obran mal, pero igualmente de no
perder de vista la excesiva gravedad del pecado. Hay necesidad de mirar al
pecador con paciencia y amor cristianos; pero existe también el peligro de
mostrar una tolerancia tan grande por su error que le haga considerarse
inmerecedor de la reprensión...
Con el desprecio creciente hacia la ley de Dios, existe una marcada aversión a la religión, un aumento de orgullo, amor a los placeres, desobediencia a los padres e indulgencia propia; y dondequiera se preguntan ansiosamente los pensadores:
¿Qué puede hacerse para corregir esos males alarmantes?
La respuesta la hallamos en la exhortación de Pablo a Timoteo: "Predica la Palabra"'.
En la Biblia encontramos los únicos principios seguros de acción.
Es la transcripción de la voluntad de Dios, la expresión de la sabiduría divina.
(Los
Hechos de los Apóstoles, págs. 399-401, 403). 348
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuPpX6vP-uxa30H1-0TyxIr
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