Hech. 18:1-3; 20.
Y en todo me guardé y me guardaré de seros
gravoso. (2 Cor. 11:9, úp).
Pablo era fabricante de tiendas y se ganaba la
vida trabajando en su oficio. Mientras trabajaba en eso hablaba del Evangelio
con aquellos con los cuales tenía trato, y trajo a muchas almas del error a la
verdad. No perdía oportunidad de hablar del Salvador o de ayudar a los que
tenían problemas (Carta 107, 1904).
La historia del apóstol Pablo es un testimonio
permanente de que el trabajo manual no puede ser degradante y de que no es
incompatible con la verdadera grandeza y elevación del carácter humano o
cristiano. Esas manos gastadas por el trabajo, creía él, no disminuían en nada
la fuerza de sus exhortaciones patéticas, sensibles, inteligentes y elocuentes.
. .
Esas manos gastadas por el trabajo,
presentadas ante la gente, daban testimonio de que no era una carga para nadie.
. . A veces también mantenía a sus compañeros de trabajo, sufriendo él mismo
hambre a fin de aliviar las necesidades de otros. Compartía sus ganancias con
Lucas y ayudó a Timoteo a obtener el equipo necesario para su viaje (Carta 103,
1900, págs. 8, 9).
Pablo dio un ejemplo contra el sentimiento,
que estaba entonces adquiriendo influencia en la iglesia, de que el Evangelio
podía ser predicado con éxito solamente por quienes quedaran enteramente libres
de la necesidad de hacer trabajo físico.
Ilustró de una manera práctica lo que pueden
hacer los laicos consagrados en muchos lugares donde la gente no está enterada de
las verdades del Evangelio. Su costumbre inspiró en muchos humildes
trabajadores el deseo de hacer lo que podían para el adelanto de la causa de
Dios, mientras se sostenían al mismo tiempo con sus labores cotidianas. . .
Mientras algunos con talentos especiales son
escogidos para dedicar todas sus energías a la obra de enseñar y predicar el
Evangelio, muchos otros, a quienes nunca fueron impuestas las manos humanas
para su ordenación, son llamados a realizar una parte importante en la
salvación de las almas. . .
El abnegado siervo de Dios que trabaja
incansablemente en palabra y doctrina, lleva en su corazón una pesada carga. .
. Su salario no influye en su labor. . . Recibió del cielo su comisión, y del
cielo espera su recompensa cuando haya terminado el trabajo que se le ha
confiado (Los Hechos de los Apóstoles, págs. 286, 287). 343
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuPpX6vP-uxa30H1-0TyxIr
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