Col. 4:7-14.
No améis al mundo, ni
las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en él. (1 Juan 2:15).
Entre los asistentes de
Pablo en Roma, había muchos que habían sido antes sus compañeros y
colaboradores. Lucas, "el médico amado". . . estaba todavía con él. Demas
y Marcos estaban también con él. . .
Desde los primeros años
de su profesión de fe, la experiencia cristiana de Marcos se había
profundizado. A medida que estudiaba más atentamente la vida y muerte de
Cristo, obtenía más claros conceptos de la misión del Salvador, sus afanes y
conflictos.
Leyendo en las
cicatrices de las manos y los pies de Cristo las señales de su servicio por la
humanidad, y el extremo a que llega la abnegación para salvar a los extraviados
y perdidos, Marcos se constituyó en un seguidor voluntario del Maestro en la
senda del sacrificio.
Ahora, compartiendo la
suerte de Pablo, el preso, comprendía mejor que nunca antes que es una infinita
ganancia alcanzar a Cristo, e infinita pérdida ganar el mundo y perder el alma
por cuya redención la sangre de Cristo fue derramada. Frente a la severa prueba
y adversidad, Marcos continuó firmemente, como sabio y amado ayudador del
apóstol.
Demas fue fiel por un
tiempo, pero luego abandonó la causa de Cristo. Refiriéndose a esto, Pablo
escribió: "Demas me ha desamparado, amando este siglo" (2 Tim. 4:10).
Demas sacrificó toda
alta y noble consideración para conseguir la ganancia mundanal. ¡Qué cambio
insensato! Poseyendo solamente riqueza u honor mundano, Demas era ciertamente
pobre, por mucho que fuera lo que orgullosamente pudiera considerar suyo;
mientras tanto Marcos, escogiendo sufrir por la causa de Cristo, poseía
riquezas eternas, siendo considerado por el cielo como heredero de Dios y
coheredero con su Hijo (Los Hechos de los Apóstoles, págs. 363, 364).
Si permitimos que nuestra mente se espacie más en Cristo y en el mundo celestial, encontraremos un poderoso estímulo y un sostén para luchar las batallas del Señor.
El orgullo y el amor del mundo perderán su poder mientras contemplamos las glorias de aquella tierra mejor que tan pronto ha de ser nuestro hogar. Frente a la hermosura de Cristo, todas las atracciones terrenales parecerán de poco valor.
(La Edificación del Carácter, pág. 120).
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AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuPpX6vP-uxa30H1-0TyxIr
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