miércoles, 7 de marzo de 2018

03. EL PECADO CONTRA EL ESPÍRITU SANTO.


¿En Qué Cociste El Pecado Contra El Espíritu Santo?
 Coré no hubiera tomado el camino que siguió si hubiera sabido que todas las instrucciones y reprensiones comunicadas a Israel venían de Dios. 

 Pero podría haberlo sabido. Dios había dado evidencias abrumadoras de que dirigía a Israel. 429 Pero Coré y sus compañeros rechazaron la luz hasta quedar tan ciegos que las manifestaciones más señaladas de su poder no bastaban ya para convencerlos, Las atribuían todas a instrumentos humanos o satánicos. 

 Lo mismo hicieron los que, al día siguiente después de la destrucción de Coré y sus asociados, fueron a Moisés y Aarón y les dijeron: "Vosotros habéis muerto al pueblo de Jehová." A pesar de que en la destrucción de los hombres que los sedujeron, habían recibido las indicaciones más convincentes de cuánto desagradaba a Dios el camino que llevaban, se atrevieron a atribuir sus juicios a Satanás, declarando que por el poder de éste Moisés y Aarón habían hecho morir hombres buenos y santos.

 Este acto selló su perdición. Habían cometido el pecado contra el Espíritu Santo, pecado que endurece definitivamente el corazón del hombre contra la influencia de la gracia divina. 


 "Cualquiera que hablare contra el Hijo del hombre, le será perdonado: mas cualquiera que hablare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado" (Mat. 12: 32), dijo nuestro Salvador. Cuando las obras de gracia que había realizado en virtud del poder de Dios fueron atribuidas por los judíos a Belcebú. 

Por medio del Espíritu Santo es cómo Dios se comunica con el hombre; y los que rechazan deliberadamente este instrumento, considerándolo satánico, han cortado el medio de comunicación entre el alma y el Cielo. 

 Por la manifestación de su Espíritu, Dios obra para reprender y convencer al pecador; y si se rechaza finalmente la obra del Espíritu, nada queda ya que Dios pueda hacer por el alma. Se empleó el último recurso de la misericordia divina. 

 El transgresor se aisló totalmente de Dios; y el pecado no tiene ya cura. No hay ya reserva de poder mediante la cual Dios pueda obrar para convencer y convertir al pecador. "Déjalo" (Ose. 4: 17), es la orden divina. Entonces "ya no queda sacrificio por el pecado, sino una horrenda esperanza de juicio, y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios." (Heb. 10: 26, 27.)  EGW PP. 428,429   MHP

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