Luc. 1:5-23.
E irá delante de él con el espíritu y el poder de
Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los
rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
(Luc. 1:17).
Dios había llamado al hijo de Zacarías a una gran
obra, la mayor que hubiera sido confiada alguna vez a los hombres. . . Juan
había de salir como mensajero de Jehová, para comunicar a los hombres la luz de
Dios.
Debía dar una nueva dirección a sus pensamientos.
Debía hacerles sentir la santidad de los requerimientos
de Dios, y su necesidad de la perfecta justicia divina. Un mensajero tal debía
ser santo.
Debía ser templo del Espíritu de Dios. A fin de cumplir
su misión, debía tener una constitución física sana, y fuerza mental y espiritual.
Por lo tanto, le sería necesario dominar sus apetitos y pasiones.
Debía poder dominar todas sus facultades, para poder
permanecer entre los hombres tan inconmovible frente a las circunstancias que
le rodeasen como las rocas y montañas del desierto.
En el tiempo de Juan el Bautista, la codicia de las riquezas, y
el amor al lujo y a la ostentación, se habían difundido extensamente. Los
placeres sensuales, banquetes y borracheras estaban ocasionando enfermedades
físicas y degeneración, embotando las percepciones espirituales y disminuyendo
la sensibilidad al pecado.
Juan debía destacarse como reformador. Por su vida abstemia y su ropaje
sencillo, debía reprobar los excesos de su tiempo. Tal fue el motivo de las
indicaciones dadas a los padres de Juan, una lección de temperancia dada por un
ángel del trono celestial...
Al preparar el camino para la primera venida
de Cristo, representaba a aquellos que han de preparar un pueblo para la segunda
venida de nuestro Señor.
El Mundo Está Entregado A La Sensualidad. Abundan los errores y las
fábulas. Se han multiplicado las trampas de Satanás para destruir a las almas.
Todos los que quieran alcanzar la santidad en el temor de Dios deben aprender
las lecciones de temperancia y dominio propio.
Las pasiones y los apetitos deben ser mantenidos
sujetos a las facultades superiores de la mente. Esta disciplina propia es
esencial para la fuerza mental y la percepción espiritual que nos han de
habilitar para comprender y practicar las sagradas verdades de la Palabra de
Dios. Por esta razón, la temperancia ocupa un lugar en la obra de prepararnos
para la segunda venida de Cristo (DTG, págs. 75,
76). 272
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtT21nhSgD_Z_FAGjKRFGfN
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