Luc. 1:80; Mat. 3:1-6.
Prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh
Israel. (Amós 4:12, úp).
Juan el Bautista, en su vida en el desierto, fue
enseñado de Dios. Él estudiaba las revelaciones de Dios en la naturaleza. Bajo
la dirección del espíritu divino, estudiaba los rollos de los profetas. De día
y de noche, Cristo era su estudio, su meditación, hasta que su mente, su
corazón y su alma quedaron llenos de la gloriosa visión.
El miraba al Rey en su hermosura, y perdía de vista
al yo. Contemplaba la majestad de la santidad, y se reconocía ineficiente e
indigno. Debía declarar el mensaje de Dios. Había de subsistir en el poder y
justicia de Dios. Estaba listo para ir como mensajero del cielo, sin temor de
lo humano, porque había considerado lo divino. . .
Sin Argumentos Elaborados ni sutiles teorías, declaró Juan
su mensaje. Sorprendente y severa, aunque llena de esperanza, se oía su voz en
el desierto: "Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha
acercado". . .
Ignorantes campesinos y pescadores de la comarca
circundante; soldados romanos de los cuarteles de Herodes; capitanes con la
espada al costado, listos para apagar cuanto supiese a rebelión; avarientos
cobradores de impuestos venidos desde sus casillas de peaje; y sacerdotes del
Sanedrín adornados con filacterias -todos escuchaban como hechizados-; y todos.
. . se iban. . . el corazón compenetrado del sentimiento de sus pecados. . .
En este tiempo, justamente antes de la segunda
venida de Cristo en las nubes de los cielos, se ha de hacer una obra como la de
Juan el Bautista.
Dios llama a hombres que preparen un pueblo para
que subsista en el gran día del Señor. . . En nuestro carácter de pueblo que
cree en la inminente venida de Cristo, tenemos un mensaje que dar:
"Aparéjate para venir al encuentro de tu Dios".
Nuestro mensaje debe ser tan directo como el de Juan. El reprendía a los reyes por su iniquidad. Aun con peligro de su vida, no vacilaba en declarar la palabra de Dios. Y nuestra obra en este tiempo debe hacerse con la misma fidelidad. A fin de dar un mensaje como el que dio Juan, debemos tener una experiencia espiritual como la suya. Debe hacerse la misma obra en nosotros. Debemos contemplar a Dios, y al contemplarlo, perdernos a nosotros mismos de vista (OE, págs. 55-57). 273
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtT21nhSgD_Z_FAGjKRFGfN
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