Así pues, éste mi gozo está cumplido. Es
necesario que él crezca, pero que yo mengüe. (Juan 3:29,30).
En cada etapa de la historia de este mundo
Dios ha tenido sus representantes para llevar adelante su obra. . . Juan el
Bautista tenía una obra especial, para la cual había nacido y para la cual
estaba designado: la obra de preparar el camino del Señor" (SDA Bible
Commentary, tomo 5, pág. 1115).
Después que comenzó el ministerio de Cristo,
cuando los discípulos de Juan vinieron a él con la queja de que todos los
hombres estaban siguiendo al nuevo Maestro, Juan mostró cuán claramente
comprendía la relación que existía entre él y el Mesías y cuán alegremente daba
la bienvenida a Aquel para el cual había aparejado el camino (Testimonies, tomo
8, pág. 333).
Juan había sido llamado a destacarse como
reformador. A causa de esto, sus discípulos corrían el peligro de fijar su
atención en él. . . perdiendo de vista el hecho de que era tan sólo un
instrumento por medio del cual Dios había obrado.
Pero la obra de Juan no era suficiente para echar los fundamentos
de la iglesia cristiana. Cuando hubo terminado su misión, otra obra debía ser
hecha, que su testimonio no podía realizar. Sus discípulos no comprendían esto.
Cuando vieron a Cristo venir para encargarse de la obra, sintieron celos y
desconformidad.
Existen todavía los mismos peligros. Dios llama a un hombre a hacer cierta obra;
y cuando la ha llevado hasta donde le permiten sus cualidades, el Señor suscita
a otros, para llevarla más lejos. Pero, como los discípulos de Juan, muchos
creen que el éxito depende del primer obrero. La atención se fija en lo humano
en vez de lo divino, penetran los celos, y la obra de Dios queda estorbada. El
que es así honrado indebidamente se siente tentado a albergar confianza propia.
No comprende cuánto depende de Dios. Se enseña a la gente a esperar dirección del
hombre. . . y son inducidos a apartarse de Dios.
La obra de Dios no ha de llevar la imagen e inscripción del hombre.
De vez en cuando, el Señor introducirá diferentes agentes por medio de
los cuales su propósito podrá realizarse mejor. Bienaventurados los que estén
dispuestos a ver humillado el yo, diciendo con Juan el Bautista: "A él conviene
crecer, más a mí menguar" (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 153,
154). 276
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtT21nhSgD_Z_FAGjKRFGfN
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