Neh. 5:1-3.
Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de
tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu Dios te da.
. . abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que
necesite. (Deut. 15:7,8).
Después que regresaron los desterrados de
Babilonia, hubo ocasiones en que los judíos pudientes obraron en forma directamente
contraria a esas órdenes. Cuando los pobres se habían visto obligados a pedir
dinero prestado para pagar su tributo al rey, los ricos se lo habían prestado,
pero cobrándoles un interés elevado. Hipotecando las tierras de los pobres,
habían reducido gradualmente a los infortunados deudores a la más profunda miseria.
Muchos habían tenido que vender en servidumbre a sus hijos e hijas; y no
parecía haber para ellos esperanza de mejorar su condición, ni medio de redimir
a sus hijos ni sus tierras, y sólo veían delante de sí la perspectiva de una
angustia cada vez peor, necesidad perpetua y esclavitud. Eran, sin embargo, de
la misma nación, hijos del mismo pacto que sus hermanos más favorecidos. . .
Al imponerse Nehemías de esta cruel opresión, su
alma se llenó de indignación. . . Vio que para quebrantar la opresiva costumbre
de la extorsión, debía asumir una actitud decidida por la justicia. Con la
energía y la determinación que le caracterizaban, se puso a trabajar para
aliviar a sus hermanos.
El hecho de que los opresores eran hombres de
fortuna cuyo apoyo se necesitaba mucho en la obra de restaurar la ciudad, no
influyó por un momento en Nehemías. Reprendió vivamente a los nobles y
gobernantes; y después de congregar una gran asamblea del pueblo, les presentó
los requerimientos de Dios acerca del caso. . .
Este relato enseña una lección importante. "El amor del dinero es la raíz de todos los males" (1 Tim. 6:10). En esta generación, el deseo de ganancias es la pasión absorbente. . . Eramos todos deudores de la justicia divina; pero nada teníamos con que pagar la deuda. Entonces el Hijo de Dios se compadeció de nosotros y pagó el precio de nuestra redención.
Se hizo pobre para que por su pobreza fuésemos enriquecidos. Mediante
actos de generosidad hacia los pobres, podemos demostrar la sinceridad de
nuestra gratitud por la misericordia que se nos manifestó (Profetas y Reyes,
págs. 478-480, 482). 268
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVswLr4ZSa1m-evMmN8QvZQo
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