APRESUREMOS SU VENIDA.
Porque el
Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud. (Rom.
9: 28).
En la profecía referente a la destrucción
de Jerusalén,
Cristo dijo: "Y por
haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que
persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del
reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá
el fin"
(Mat. 24: 12-14).
Esta profecía volverá a cumplirse.
La abundante iniquidad de aquel día halla su contraparte en esta generación. Lo
mismo ocurre con la predicción referente a la predicación del Evangelio. Antes
de la caída de Jerusalén, Pablo, escribiendo bajo la inspiración del Espíritu
Santo, declaró que el Evangelio había sido predicado a "toda criatura que
está debajo del cielo" (Col. 1: 23 V.A.)
Así también ahora, antes de la venida del
Hijo del hombre, el Evangelio eterno ha de ser predicado "a toda nación,
tribu, lengua y pueblo" (Apoc. 14: 6, 14).
Dios "ha establecido un día en el cual
juzgará al mundo" (Hech. 17: 31).
CRISTO nos dice cuándo ha de iniciarse ese
día.
No afirma que todo el mundo
se convertirá, sino que "será
predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas
las naciones; y entonces vendrá el fin".
Mediante la proclamación del
Evangelio al mundo, está a nuestro alcance apresurar la venida de nuestro
Señor. No sólo hemos de esperar la venida del día de Dios, sino apresurarla. (2
Ped. 3: 12).
Si la
iglesia de Cristo hubiese hecho su obra como el Señor le ordenaba, todo el
mundo habría sido ya amonestado, y el Señor Jesús habría venido a nuestra
tierra con poder y grande gloria.*
La
incredulidad, la mundanalidad, la falta de consagración y las contiendas entre el profeso pueblo
de Dios nos han mantenido en este mundo de pecado y tristeza tantos años. . .
Tal vez tengamos que permanecer aquí en
este mundo muchos años más debido a la insubordinación, como les sucedió a los
hijos de Israel; pero por amor de Cristo, su pueblo no debe añadir pecado sobre
pecado culpando a Dios de las consecuencias de su propia conducta errónea.*
18 MARANATHA (EGW)
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