martes, 28 de enero de 2020

10. INSTRUMENTO DE SATANÁS (ADAN Y EVA) I. CONFLICTO Y VALOR (EGW).


Gén 3: 6-14.
Y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. (Gén. 3: 6).
Y ahora, habiendo pecado, ella [Eva] se convirtió en el agente de Satanás para labrar la ruina de su esposo.  Con extraña y anormal excitación, y con las manos llenas del fruto prohibido, lo buscó  le relató todo lo que había ocurrido.

Una expresión de tristeza cubrió el rostro de Adán.  Quedó atónito y alarmado.  A las palabras de Eva contestó que ése debía ser el enemigo contra quien se los había prevenido; y que conforme a la sentencia divina ella debía morir.  En contestación, Eva le insto a comer, repitiendo el aserto de la serpiente de que no morirían.  Alegó que las palabras de la serpiente debían ser ciertas puesto que no sentía ninguna evidencia del desagrado de Dios; sino que, al contrario, experimentaba una deliciosa y alborozaste influencia, que conmovía todas sus facultades con una nueva vida, que le parecía semejante a la que inspiraba a los mensajeros celestiales.
Adán comprendió que su compañera había violado el mandamiento de Dios, menospreciando la única prohibición que les había sido puesta como una prueba de su fidelidad y amor.  Se desató una terrible lucha en su mente. 

 Lamentó haber dejado a Eva separarse de su lado.  Pero ahora el error estaba cometido; debía separarse de su compañía, que le había sido de tanto gozo. ¿Cómo podría hacer eso?

Adán había gozado el compañerismo de Dios  de los santos ángeles.  Había contemplado la gloria del Creador.  Comprendía el elevado destino que aguardaba al linaje humano si los hombres permanecían fieles a Dios.  Sin embargo, se olvidó de todas estas bendiciones ante el temor de perder el don que apreciaba más que todos los demás.  El amor, la gratitud y la lealtad al Creador, todo fue sofocado por amor a Eva.  Ella era parte de sí mismo, y Adán no podía soportar la idea de una separación. . . Resolvió compartir la suerte de Eva; si ella debía morir, él moriría con ella.  Al fin y al cabo, se dijo Adán, ¿no podrían ser verídicas las palabras de la sabia serpiente?  Eva estaba ante él, tan bella y aparentemente tan inocente como antes de su desobediencia.  Le expresaba mayor amor que antes. Ninguna señal de muerte se notaba en ella, y así decidió hacer frente a las consecuencias. Tomó el fruto y lo comió apresuradamente. 
(Patriarcas y Profetas, págs. 39, 40).17

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