Luc. 8:41-48.
Porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su
manto, seré salva. (Mat. 9:21).
Era una pobre mujer la que pronunció estas
palabras, una mujer que por espacio de doce años venía padeciendo una enfermedad
que le amargaba la vida. Había gastado ya todos sus recursos en médicos y medicinas,
y estaba desahuciada. Pero al oír hablar del gran Médico, renacióle la
esperanza. . . Ella había procurado en vano una y otra vez acercarse a él (El
Ministerio de Curación, pág. 38).
Había empezado a desesperarse, cuando, mientras él
se abría paso por entre la multitud, llegó cerca de donde ella se encontraba. .
. Pero entre la confusión no podía hablarle, ni lograr más que vislumbrar de
paso su figura. Con temor de perder su única oportunidad de alivio, se adelantó
con esfuerzo, diciéndose: "Si tocare tan solamente su vestido, seré
salva". Y mientras él pasaba, ella
extendió la mano y alcanzó a tocar apenas el borde de su manto; pero en aquel
momento supo que había quedado sana. En aquel toque se concentró la fe de su
vida, e instantáneamente su dolor y debilidad fueron reemplazados por el vigor
de la perfecta salud.
Con corazón agradecido, trató entonces de retirarse
de la muchedumbre; pero de repente Jesús se detuvo. . . El Salvador podía
distinguir el toque de la fe del contacto casual de la muchedumbre
desprevenida.
Una confianza tal no debía pasar sin comentario. .
. Hallando que era vano tratar de ocultarse, ella se adelantó temblorosa, y se
echó a los pies de Jesús. Con lágrimas de agradecimiento, relató la historia de
sus sufrimientos y cómo había hallado alivio. Jesús le dijo amablemente:
"Hija, tu fe te ha salvado: ve en paz". El no dio oportunidad a que
la superstición proclamase que había una virtud sanadora en el mero acto de
tocar sus vestidos. No era mediante el contacto exterior con él, sino por medio
de la fe que se aferraba a su poder divino, como se había realizado la curación.
. .
Así es también en las cosas espirituales. El hablar
de religión de una manera casual, el orar sin hambre del alma ni fe viviente,
no vale nada. Una fe nominal en Cristo, que le acepta simplemente como Salvador
del mundo, no puede traer sanidad al alma. . . No es suficiente creer acerca de
Cristo; debemos creer en él; la única fe que nos beneficiará es la que le
acepta a él como Salvador personal; que nos pone en posesión de sus méritos (El
Deseado de Todas las Gentes, págs. 311- 313).299
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtrbL52hGjPNaJMDGwACpWZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario