jueves, 14 de enero de 2021

15. “UNA EQUIVOCACIÓN MUY CARA” (ADAN Y EVA) I. CONFLICTO Y VALOR (EGW).

Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones. (Ecl. 7: 29).

El libro del Génesis ofrece una reseña muy clara de la vida social e individual, y a pesar de ello no tenemos noticia de que un niño naciera ciego, sordo, lisiado, deforme o imbécil. No se registra un caso de muerte natural en la infancia, la niñez o la temprana edad viril. No hay relato alguno referente a hombres y mujeres que muriesen de enfermedad. Las noticias necrológicas del libro del Génesis dicen: "Y fueron todos los días que vivió Adán novecientos y treinta años, y murió", y "fueron todos los días de Set novecientos y doce años; y murió"...

Dios dotó originalmente al hombre de una fuerza vital tan grande que le ha permitido resistir la acumulación de enfermedad atraída sobre la especie humana como consecuencia de hábitos pervertidos, y ha subsistido por espacio de seis mil años. Este hecho es de por sí suficiente para evidenciarnos la fuerza y energía eléctrica que Dios dio al hombre en ocasión de su creación. . .

Si Adán, al tiempo de su creación, no hubiese sido dotado de una vitalidad veinte veces mayor que la que los hombres tienen actualmente, la especie, con sus presentes métodos de vida y sus violaciones de la ley natural, se habría extinguido. . .

Dios no creó a la humanidad en su débil condición presente. Este estado de cosas no es obra de la Providencia sino del hombre; ha sido ocasionado por hábitos errados y abusos, por la violación de las leyes que Dios estableció para regir la existencia del hombre           (La Educación Cristiana, págs. 16,17)

Dios creó al hombre para su propia gloria, para que después de la prueba la familia humana pudiera ser una con la celestial. Era el propósito de Dios repoblar el cielo con la familia humana, si se mostraban obedientes a su Palabra. (SDA Bible Commentary, T1. Pag. 1082).

A Eva le pareció de poca importancia desobedecer a Dios al probar el fruto del árbol prohibido y al tentar a su esposo a que pecara también; pero su pecado inició la inundación del dolor sobre el mundo. ¿Quién puede saber, en el momento de la tentación, las terribles consecuencias de un solo mal paso? (Patriarcas y Profetas, pág. 45). 22

 

 

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