lunes, 11 de enero de 2021

12. ¡MALDITOS! (ADAN Y EVA) I. CONFLICTO Y VALOR (EGW).

Gén 3: 14-19.

A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces. . . y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. (Gén. 3: 16, 17).

A Eva se le habló de la tristeza y los dolores que sufriría. . . En la creación Dios la había hecho igual a Adán. Si hubiesen permanecido obedientes a Dios en concordancia con su gran ley de amor, siempre hubieran estado en mutua armonía; pero el pecado había traído discordia, y ahora la unión y la armonía podían mantenerse solo mediante la sumisión del uno o del otro. Eva había sido la primera en pecar, había caído en tentación por haberse separado de su compañero, contrariando la instrucción divina. Adán pecó a sus instancias, y hora ella fue puesta en sujeción a su marido. . .

Junto a su esposo, Eva había sido perfectamente feliz en su hogar edénico; pero, a semejanza de las inquietas Evas modernas, se lisonjeaba con ascender a una esfera superior a la que Dios le había designado. En su afán de subir más allá de su posición original, descendió a un nivel más bajo.

Resultado similar alcanzarán las mujeres que no están dispuestas a cumplir alegremente los deberes de su vida de acuerdo con el plan de Dios. En su esfuerzo por alcanzar posiciones para las cuales Dios no las ha preparado, muchas están dejando vacío el lugar donde podrían ser una bendición. . .

Cuando Dios creó al hombre lo hizo señor de toda la tierra y de cuantos seres la habitaban. Mientras Adán hubiese permanecido leal a Dios, toda la naturaleza hubiera estado bajo su señorío. Pero cuando se rebeló contra la ley divina, las criaturas inferiores se rebelaron contra su dominio. 

Así el Señor, en su gran misericordia, quiso enseñar al hombre la santidad de su ley e inducirle a ver por su propia experiencia el peligro de hacerla a un lado, aun en lo más mínimo.

La vida de trabajo y cuidado, que en lo sucesivo sería el destino del hombre, le fue asignada por amor a él. Era una disciplina que su pecado había hecho necesaria para frenar la tendencia a ceder a los apetitos y las pasiones y para desarrollar hábitos de dominio propio. Era parte del gran plan de Dios para rescatar al hombre de la ruina y la degradación del pecado (Patriarcas y Profetas, págs. 42-44). 19

 

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