martes, 8 de junio de 2021

08. “NADIE QUE SE COMPADEZCA” (SAÚL Y DAVID) VI. CONFLICTO Y VALOR (EGW).

1 Sam. 22.

Todos vosotros [conspiráis] contra mí. . . y no [hay] entre vosotros quien se compadezca de mí. (1 Sam. 22: 8, VM).

El espíritu del mal estaba sobre Saúl. Sentía que su condenación había sido sellada por el mensaje solemne de su exclusión del trono de Israel. Su separación de los sencillos requerimientos de Dios estaba trayendo sus seguros resultados. El no volvió ni se arrepintió y humilló su corazón delante de Dios, sino que lo abrió para recibir toda sugerencia del enemigo. Prestó oído a todo testigo falso recibiendo ansiosamente cualquier cosa que empequeñeciera el carácter de David, esperando encontrar una excusa para manifestar su envidia y odio crecientes hacia el que había sido ungido para ocupar el trono de Israel. Daba crédito a cada rumor, sin tener en cuenta lo inconsistente e irreconciliable que fuese con el carácter y las costumbres anteriores de David.

Cada evidencia de que el cuidado protector de Dios estaba sobre David parecía amargar y profundizar su único propósito fijo. En contraste marcado aparecía el fracaso en llevar a cabo sus propios designios con el éxito del fugitivo en eludir su búsqueda, pero esto sólo hacía más inflexible y firme la determinación del rey. No se cuidaba de ocultar sus propósitos hacia David, ni tenía escrúpulos en cuanto a los medios a emplear para llevar a cabo su propósito.

No era con el hombre David, que no le había hecho ningún daño, contra quien el rey estaba contendiendo. Estaba en controversia con el Rey del cielo; porque cuando se permite que Satanás dirija la mente para que no sea gobernada por Jehová, él la conducirá de acuerdo con su voluntad, hasta que el hombre que se encuentra así bajo su poder se convierte en un agente eficaz para llevar a cabo sus designios. Tan amarga es la enemistad del gran originador de pecado contra los propósitos de Dios, tan terrible es su poder para el mal, que cuando los hombres cortan su conexión con Dios, Satanás influye sobre ellos y sus mentes son sujetadas cada vez más, hasta que desechan el temor de Dios y el respeto a los hombres, volviéndose atrevidos y enemigos declarados de Dios y su pueblo. Dios odia todo pecado, y cuando el hombre rehúsa persistentemente todo el consejo del Cielo, se lo abandona a los engaños del enemigo (SDA Bible Commentary, tomo 2, pág. 1019). 166

AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuozPJtDXwpVnSKXr1hJGB-


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