1 Sam. 22.
Y el rey dijo: Sin duda morirás, Ahimelec, tú y
toda la casa de tu padre. (1 Sam. 22:16).
No pueden los hombres alejarse del consejo de Dios, y retener la calma ni la sabiduría necesarias para obrar con justicia y discreción. No hay locura tan temible ni tan desesperada y fútil, como la que consiste en seguir el juicio humano, sin dirección de la sabiduría de Dios.
Saúl había hecho preparativos para atrapar y
capturar a David en la cueva de Adulam, y cuando descubrió que David había
dejado ese refugio, el rey se enfureció mucho. La huida de David era un
misterio para Saúl. Sólo podía explicársela por la sospecha de que había en su
campamento traidores que habían puesto al hijo de Isaí al tanto de su
proximidad y sus propósitos.
Afirmó Saúl a sus consejeros que se había tramado una conspiración contra él, y ofreciéndoles ricos presentes y puestos de honor, los sobornó para que le revelasen quiénes entre su pueblo habían tratado amistosamente a David. Doeg, el idumeo, se hizo delator. Movido por la ambición y la avaricia y por el odio al sacerdote, que había reprobado sus pecados,
Doeg
dio parte de la visita de David a Ahimelec, presentando el asunto en forma tal
que se encendiera la ira de Saúl contra el hombre de Dios. La palabra de
aquella lengua perversa, encendida por el mismo infierno, despertó las peores
pasiones del corazón de Saúl. Loco de ira, declaró que debía perecer toda la
familia del sacerdote. Y el terrible decreto fue ejecutado. No sólo se mató a
Ahimelec, sino que también a los mismos miembros de la casa de su padre. . .
les dio muerte, por orden del rey, la mano homicida de Doeg. . .
Esto era lo que Saúl podía hacer bajo el dominio de
Satanás. Cuando Dios declaró que la iniquidad de los amalecitas estaba
rebasando, y le ordenó que los destruyera totalmente, Saúl se creyó demasiado
compasivo para ejecutar la sentencia divina, y salvó lo que estaba dedicado a
la destrucción; pero ahora, sin ningún mandamiento de Dios, bajo la dirección
de Satanás, podía dar muerte a los sacerdotes del Señor, y llevar la ruina a
los habitantes de Nob. Tal es la perversidad del corazón humano que ha
rechazado la dirección de Dios (Patriarcas y Profetas, págs. 714- 715). 168
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuozPJtDXwpVnSKXr1hJGB-
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