2 Sam. 12: 1-14.
Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre.
(2 Sam. 12: 7).
Con el transcurso del tiempo se fue conociendo el
pecado de David para con Betsabé, y se despertó la sospecha de que él había
planeado la muerte de Urías. Esto redundó en deshonor para el Señor. Él había
favorecido y ensalzado a David, y el pecado de éste representaba mal el
carácter de Dios, y echaba oprobio sobre su nombre. Tendía a rebajar las normas
de la piedad en Israel, a aminorar en muchas mentes el aborrecimiento del
pecado, mientras que envalentonaba en la transgresión a los que no amaban ni temían
a Dios. El profeta Natán recibió órdenes de llevar un mensaje de reprensión a
David. Era un mensaje terrible en su severidad. A pocos soberanos se les podría
haber dirigido una reprensión sin que el mensajero perdiese la vida. Natán
transmitió la sentencia divina sin vacilación, aunque con tal sabiduría
celestial que despertó la simpatía y la conciencia del rey y le indujo a que
con sus labios emitiera su propia sentencia de muerte. . .
Como David, los culpables pueden procurar que su
crimen quede oculto para los hombres; pueden tratar de sepultar la acción
perversa para siempre, a fin de que el ojo humano no la vea ni lo sepa la
inteligencia humana; pero "todas las cosas están desnudas y abiertas a los
ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta" (Heb. 4: 13) (Patriarcas y
Profetas, págs. 779, 780).
La parábola de la cordera relatada por el profeta
Natán al rey David debiera ser estudiada por todos. . . Mientras seguía su
camino de complacencia propia y transgresión de los mandamientos, le fue
presentada la parábola del hombre rico que sacó a uno pobre su única cordera. Pero
el rey estaba tan plenamente envuelto en su vestidura de pecado, que no
comprendió que él era el pecador. Cayó
en la trampa, y... dictó la sentencia de muerte para otro hombre, según
suponía, condenándolo a muerte. . .
Esta experiencia fue muy penosa para David, pero
también muy benéfica. De no haber sido por el espejo que Natán sostuvo delante
de él, en el cual reconoció tan claramente su propia semejanza, no hubiera
llegado a la convicción de su pecado atroz, y la ruina lo habría alcanzado. La
convicción de su culpa fue la salvación de su alma. Se vio bajo otra luz, como
el Señor lo veía, y a lo largo del resto de su vida se arrepintió de su pecado
(SDA Bible Commentary, tomo 2, pág. 1023). 180
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVv0TqLpoxs-QMolo4klb4mZ
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