Aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz. La ira
de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga
mi justicia. (Miq. 7:8, 9).
La conciencia le estaba diciendo verdades amargas y
humillantes a David. Mientras que sus súbditos fieles se preguntaban el porqué
de este repentino cambio de fortuna, éste no era un misterio para el rey. A
menudo había tenido presentimientos de una hora como ésta. Se había sorprendido
de que Dios hubiera soportado durante tanto tiempo sus pecados y hubiera dilatado
la retribución que merecía. Y ahora en su precipitada y triste huida, con los
pies descalzos, y habiendo trocado su manto real por saco y ceniza, y mientras
los lamentos de los que le seguían despertaban los ecos de las colinas, pensó
en su amada capital, en el sitio que había sido escenario de su pecado, y al
recordar las bondades y la paciencia de Dios, no quedó del todo sin esperanza.
. .
Más de un obrador de iniquidad ha excusado su propio pecado señalando la caída de David; pero ¡cuán pocos son los que manifiestan la penitencia y la humildad de David! ¡Cuán pocos soportarían la reprensión y la retribución con la paciencia y la fortaleza que él manifestó!
Él había
confesado su pecado, y durante muchos años había procurado cumplir su deber
como fiel siervo de Dios; había trabajado por la edificación de su reino, y
éste había alcanzado bajo su gobierno una fortaleza y una prosperidad nunca
logradas antes. Había reunido enormes cantidades de material para la
construcción de la casa de Dios; y ahora, ¿iba a ser barrido todo el trabajo de
su vida? ¿Debían los resultados de muchos años de labor consagrada, la obra del
genio, de la devoción y del buen gobierno, pasar a las manos de su hijo traidor
y temerario, que no consideraba el honor de Dios ni la prosperidad de Israel?
¡Cuán natural hubiera parecido que David murmurase contra Dios en esta gran
aflicción!
Pero él vio en su propio pecado la causa de su
dificultad. . . Y el Señor no abandonó a David. Este capítulo de su experiencia
cuando, sufriendo los insultos más crueles y los agravios más severos, se
muestra humilde, desinteresado, generoso y sumiso, es uno de los más nobles de
toda su historia. Jamás fue el gobernante de Israel más verdaderamente grande a
los ojos del Cielo que en esta hora de más profunda humillación exterior
(Patriarcas y Profetas, págs. 797, 798). 183
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVv0TqLpoxs-QMolo4klb4mZ
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