2 Crón. 32:1-23.
Con él está el brazo de carne, mas con nosotros
está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas. Y el pueblo
tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá. (2 Crón. 32:8).
Ezequías había continuado pagando tributo a Asiria
de acuerdo con el trato hecho con Acaz. Mientras tanto el rey "tuvo su
consejo con sus príncipes y con sus valerosos", y había hecho todo lo
posible para la defensa de su reino. . .
Llegó finalmente la crisis que se esperaba desde
hacía mucho. Las fuerzas de Asiria, avanzando de un triunfo a otro, se hicieron
presentes en Judea. . . Dios era ahora la única esperanza de Judá.
Este se veía cortado de toda ayuda que pudiera
prestarle Egipto, y no había otra nación cercana para extenderle una mano
amistosa. . . Senaquerib escribió "letras en que blasfemaba a Jehová el
Dios de Israel, y hablaba contra él, diciendo: Como los dioses de las gentes de
los países no pudieron librar su pueblo de mis manos, tampoco el Dios de
Ezequías librará al suyo de mis manos". . .
Cuando el rey de Judá recibió la carta desafiante,
la llevó al templo, y extendiéndola "delante de Jehová" oró con fe
enérgica pidiendo ayuda al Cielo para que las naciones de la tierra supiesen
que todavía vivía y reinaba el Dios de los hebreos. Estaba en juego el honor de
Jehová; y él solo podía librarlos. . .
No se dejó a Ezequías sin esperanza. Isaías le
mandó palabra diciendo: "Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: lo que me
rogaste acerca de Senaquerib rey de Asiria, he oído. . . ". Esa misma
noche se produjo la liberación. "Salió el ángel de Jehová, e hirió en el
campo de los asirios ciento ochenta y cinco mil". . .
El Dios de los hebreos había prevalecido contra el
orgulloso asirio. El honor de Jehová había quedado vindicado en ojos de las
naciones circundantes. En Jerusalén el corazón del pueblo se llenó de santo
gozo. Sus fervorosas súplicas por liberación habían sido acompañadas de la
confesión de sus pecados y de muchas lágrimas. En su gran necesidad, habían
confiado plenamente en el poder de Dios para salvarlos, y él no los había
abandonado (Profetas y Reyes, págs. 260, 261, 263-267). 240
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVt2wsKuNQyS_NzoE2HUr23o
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