Núm. 11: 4-35.
Bien pronto olvidaron sus obras, no esperaron su
consejo. Se entregaron a un deseo desordenado en el desierto; y tentaron a Dios
en la soledad. Y él les dio lo que pidieron; mas envió mortandad sobre ellos.
(Sal. 106: 13-15).
Toda vez que su apetito era restringido, los
israelitas se chasqueaban y murmuraban, quejándose de Moisés y Aarón, y de Dios
(SDA Bible Commentary, tomo 1, pág. 1102).
Dios dio a los israelitas lo que no era para su mayor beneficio porque habían insistido en desearlo; no querían conformarse con las cosas que mejor podrían aprovecharles. Sus deseos rebeldes fueron satisfechos, pero se les dejó que sufrieran las consecuencias. Comieron desenfrenadamente y sus excesos fueron rápidamente castigados. . . Muchos fueron postrados por fiebres calcinantes, mientras que los más culpables de entre ellos fueron heridos apenas probaron los alimentos que habían codiciado (Patriarcas y Profetas, pág. 401).
Dios podría haberles suplido carne tan fácilmente
como les proporcionaba maná; pero para su propio bien se les impuso una restricción.
Dios se proponía suplirles alimentos más apropiados a sus necesidades que
régimen estimulante al que muchos se habían acostumbrado en Egipto. Su apetito
pervertido debía ser corregido y devuelto a una condición más saludable a fin
de que pudieran hallar placer en el alimento que originalmente se proveyó para
el hombre: los frutos de la tierra, que Dios dio a Adán y a Eva en el Edén. Por
este motivo quedaron los israelitas en gran parte privados de alimentos de
origen animal.
Satanás los tentó para que consideraran esta
restricción como cruel e injusta. Les hizo codiciar las cosas prohibidas,
porque vio que la complacencia desenfrenada del apetito tendería a producir
sensualidad, y por estos medios le resultaría más fácil dominarlos. El autor de
las enfermedades y las miserias asaltará a los hombres donde pueda alcanzar más
éxito. Mayormente por las tentaciones dirigidas al apetito, ha logrado inducir
a los hombres a pecar desde la época en que indujo a Eva a comer el fruto
prohibido, y por este mismo medio indujo a Israel a murmurar contra Dios.
Porque favorece efectivamente a la satisfacción de las pasiones bajas, la
intemperancia en el comer y en el beber prepara el camino para que los hombres
menosprecien todas las obligaciones morales. Cuando la tentación los asalta,
tienen muy poca fuerza de resistencia (Id., págs. 395, 396). 104
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuUCOpUfXzaq8n4wQXmyR80
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