Jos. 7.
Ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el
anatema de en medio de vosotros. (Jos. 7: 12, úp).
El pecado de un hombre causó la derrota de Israel
ante el enemigo. Se necesitaba algo más que oración. Debían levantarse y
purificar el campamento de Israel (Manuscrito 12, 1893, pág. 2).
¿Habéis considerado por qué todos los que estaban
relacionados con Acán también recibieron el castigo de Dios? Porque no habían
sido disciplinados y educados según las instrucciones dadas en la gran norma de
la ley de Dios. Los padres de Acán habían educado a su hijo de tal forma que
éste se sentía libre de desobedecer la palabra del Señor; los principios que le
habían inculcado en su vida lo llevaron a tratar a sus hijos en una forma tal
que ellos también estaban corrompidos. . . El castigo. . . revela el hecho de
que todos estaban implicados en la transgresión (SDA Bible Commentary, tomo 2,
pág. 998).
La historia de Acán enseña la solemne lección de
que por el pecado de un hombre, el desagrado de Dios recaerá sobre un pueblo o
una nación hasta que la transgresión sea descubierta y castigada.
El pecado es corruptor por naturaleza. Un hombre
infectado de esa lepra mortal puede transmitir la mancha a miles. Los que
ocupan posiciones de responsabilidad como guardianes del pueblo, traicionan la
confianza depositada en ellos si no son fieles en buscar, descubrir y reprender
el pecado. . .
El amor de Dios nunca inducirá a disminuir la
importancia del pecado; nunca cubrirá o excusará un mal no confesado. . . [La
ley de Dios] tiene que ver con todos nuestros actos, pensamientos y
sentimientos. Nos sigue, y penetra hasta llegar al motivo secreto que impulsa
cada uno de nuestros actos.
A causa de la complacencia en el pecado, los
hombres son llevados a considerar livianamente la ley de Dios. Muchos ocultan
sus transgresiones de la vista de sus semejantes, y se hacen la ilusión de que
Dios no será estricto en señalar la iniquidad.
Pero su ley es la gran norma de justicia, y cada
acto de la vida debe compararse con ella en aquel día cuando Dios traerá toda
obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala. La
pureza del corazón conducirá a la pureza de la vida. Todas las excusas para el
pecado son vanas. ¿Quién puede defender al pecador cuando Dios testifica contra
él? (Id., págs. 996, 997). 121
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuTjgOEJPr_i4LkG5qpGMMO
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