Núm. 22.
Han dejado el camino recto, y se han extraviado
siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad.
(2 Ped. 2: 15).
Balaam había sido una vez hombre bueno y profeta de Dios; pero había apostatado, y se había entregado a la avaricia: no obstante, aún profesaba servir fielmente al Altísimo. No ignoraba la obra de Dios en favor de Israel; y cuando los mensajeros le dieron su recado, sabía muy bien que debía rehusar los presentes de Balac, y despedir a los embajadores.
Pero se aventuró a jugar con la tentación, pidió a los mensajeros que se quedaran aquella noche con él, y les dijo que no podía darles una contestación decisiva antes de consultar al Señor. Balaam sabía que su maldición no podía perjudicar en manera alguna a los israelitas. Dios estaba de parte de ellos; y siempre que le fuesen fieles, ningún poder terrenal o infernal adverso podría prevalecer contra ellos.
Pero halagaron su orgullo las palabras de los embajadores: "El que tú bendijeres, será bendito, y el que maldijeres, será maldito". El soborno de los regalos costosos y de la exaltación en perspectiva excitaron su codicia. Ávidamente aceptó los tesoros ofrecidos, y luego, aunque profesando obedecer estrictamente a la voluntad de Dios, trató de cumplir los deseos de Balac. . .
El pecado de la avaricia que, según la declaración divina, es idolatría, le hacía buscar ventajas temporales, y por ese solo defecto, Satanás llegó a dominarlo por completo. Esto ocasionó su ruina. El tentador ofrece siempre ganancia y honores mundanos para apartar a los hombres del servicio de Dios. Les dice que sus escrúpulos excesivos les impiden alcanzar prosperidad. Así muchos se dejan desviar de la senda de una estricta integridad.
Después de cometer una mala acción les resulta más fácil cometer
otra, y se vuelven cada vez más presuntuosos. Una vez que se hayan entregado al
dominio de la codicia y a la ambición de poder se atreverán a hacer las cosas
más terribles. Muchos se lisonjean creyendo que por un tiempo pueden apartarse
de la probidad estricta. . . y que después de haber logrado su fin, podrán cambiar
de conducta cuando quieran. Los tales se enredan en los lazos de Satanás, de
los que rara vez escapan (Patriarcas y Profetas, págs. 468, 469).
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVvVgoRHPN_cDSb6IvusE6gY
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