Gén. 19:
12-29.
Y... condenó
por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y
poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente. (2 Ped. 2: 6).
Las llamas
que consumieron las ciudades de la llanura trasmiten hasta nuestros días la luz
de su advertencia. Se nos enseña la terrible y solemne lección de que mientras
la misericordia de Dios tiene mucha paciencia con el transgresor, hay un límite
más allá del cual los hombres no pueden seguir en sus pecados. Cuando se llega
a ese límite, se retira el ofrecimiento de la gracia y comienza la ejecución
del juicio.
El Redentor del mundo declara que hay pecados mayores que aquellos por los cuales fueron destruidas Sodoma y Gomorra. Los que oyen la invitación del Evangelio que llama a los pecadores al arrepentimiento, y no hacen caso de ella, son más culpables ante Dios que los habitantes del valle de Sidim. Mayor aún es el pecado de los que aseguran conocer a Dios y guardar sus mandamientos, y sin embargo, niegan a Cristo en su carácter y en su vida diaria. De acuerdo con lo indicado por el Salvador, la suerte de Sodoma es una solemne advertencia. . . para todos aquellos que están jugando con luz y los privilegios que vienen del cielo (Patriarcas y Profetas, págs. 160, 161).
Pronto se
han de derramar los juicios de Dios sobre la tierra. "Escapa por tu
vida", es la amonestación de los ángeles de Dios. Se oyen otras voces que
dicen: "No os excitéis; no hay causa de alarma especial". Los que se
sienten cómodos de Sion claman: Paz y seguridad, mientras que el cielo declara
que una rápida destrucción está por sobrecoger al transgresor. Los jóvenes, los
frívolos, los que aman los placeres consideran estas advertencias como cuentos
ociosos, y las rechazan como una broma. Los padres se inclinan a creer que sus
hijos tienen razón en el asunto, y todos siguen durmiendo tranquilos. Así
sucedió cuando fue destruido el mundo antiguo, y cuando Sodoma y Gomorra fueron
consumidas por el fuego. En la noche anterior a su destrucción, las ciudades de
la llanura se revolcaban en el placer. Se burlaron de Lot por sus temores y
advertencias. Pero fueron estos encarnecedores los que perecieron en las
llanuras. Esa misma noche se cerró para siempre la puerta de la misericordia
para los impíos y descuidados habitantes de Sodoma (Joyas de los Testimonios,
tomo 2, pág. 75).
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