Pero
anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de
llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. (Heb. 11: 16).
Cuando Lot
se estableció en Sodoma, estaba completamente decidido a abstenerse de la
impiedad y a "mandar a su casa después de sí" que obedeciera a Dios. Pero
fracasó rotundamente. . .
Muchos
continúan cometiendo un error semejante. . . Sus hijos se ven rodeados de
tentaciones, y muy a menudo entran en relaciones poco favorables al desarrollo
de la piedad y a la formación de un carácter recto. El ambiente de baja
moralidad, de incredulidad, o indiferencia hacia las cosas religiosas, tiende a
contrarrestar la influencia de los padres. La juventud ve por todas partes
ejemplos de rebelión contra la autoridad de los padres y la de Dios; muchos se
unen a los infieles e incrédulos y echan su suerte con los enemigos de Dios.
Al elegir un
sitio para vivir, Dios quiere que consideremos ante todo las influencias
morales y religiosas que nos rodearán a nosotros y a nuestras familias. Podemos encontrarnos en posiciones difíciles,
pues muchos no pueden vivir en el medio en que quisieran. Pero dondequiera que
el deber nos llame, Dios nos ayudará a mantenernos incólumes, si velamos y
oramos, confiando en la gracia de Cristo. Pero no debemos exponernos
innecesariamente a influencias desfavorables a la formación de un carácter
cristiano. Si nos colocamos voluntariamente en un ambiente mundano e incrédulo,
desagradamos a Dios, y ahuyentamos a los ángeles de nuestras casas.
Los que procuran para sus hijos riquezas y honores terrenales a costa de
sus intereses eternos, comprenderán al fin que estas ventajas son una terrible
pérdida. Como Lot, muchos ven a sus hijos arruinados, y
apenas salvan su propia alma. La obra de su vida se pierde; y resulta en triste
fracaso. Si hubiesen ejercido verdadera sabiduría, sus hijos habrían tenido
menos prosperidad mundana, pero tendrían en cambio seguro derecho a la herencia
inmortal.
La herencia que Dios prometió a su pueblo no está en este mundo... Tenemos que vivir aquí como "peregrinos y advenedizos", si deseamos la patria "mejor, es a saber, la celestial" (Patriarcas y Profetas, págs. 165-167). 56
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