Gén. 27: 30-40.
No hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque
la procuró con lágrimas. (Heb. 12: 17).
Ni bien hubo dejado Jacob la tienda de su padre,
entró Esaú. Aunque había vendido su primogenitura y confirmado el trueque con
un solemne juramento, estaba ahora decidido a conseguir sus bendiciones, a
pesar de las protestas de su hermano. Con la primogenitura espiritual estaba
unida la temporal, que le daría el gobierno de la familia y una porción doble
de las riquezas de su padre. Estas eran bendiciones que él podía valorar. . .
Esaú había menospreciado la bendición mientras parecía estar a su alcance, pero ahora que se le había escapado para siempre, deseó poseerla. Se despertó toda la fuerza de su naturaleza impetuosa y apasionada, y su dolor e ira fueron terribles. Gritó con intensa amargura: "Bendíceme también a mí, padre mío"...
No podía recobrar la primogenitura que había trocado tan descuidadamente. "Por una vianda", con que satisfizo momentáneamente el apetito que nunca había reprimido, vendió Esaú su herencia; y cuando comprendió su locura, ya era tarde para recobrar la bendición...
Esaú no quedaba privado del derecho de buscar la gracia de Dios mediante el arrepentimiento; pero no podía encontrar medios para recobrar la primogenitura. Su dolor no provenía de que estuviese convencido de haber pecado; no deseaba reconciliarse con Dios. Se entristecía por los resultados de su pecado, no por el pecado mismo (Patriarcas y Profetas, págs. 179, 180).
EL ARREPENTIMIENTO comprende tristeza por el pecado
y abandono del mismo. No renunciaremos al pecado a menos que veamos su
pecaminosidad; mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá cambio real en la
vida.
Hay muchos que no entienden la naturaleza verdadera
del arrepentimiento. Gran número de personas se entristecen por haber pecado, y
aun se reforman exteriormente, porque temen que su mala vida les acarree
sufrimientos. Pero esto no es arrepentimiento en el sentido bíblico. Lamentan
la pena más bien que el pecado. Tal fue el
dolor de Esaú cuando vio que había perdido su primogenitura para siempre (El
Camino a Cristo, pág. 21). 64
No hay comentarios:
Publicar un comentario