Gén. 24.
No tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los
cananeos, entre los cuales yo habito; sino que irás a mi tierra y a mi
parentela, y tomarás mujer para mi hijo Isaac. (Gén. 24: 3, 4).
La fe habitual de Abraham en Dios y su sumisión a
la voluntad divina se reflejaban en el carácter de Isaac; pero el joven era de
afectos profundos, y de naturaleza benigna y condescendiente. Si se unía con
una mujer que no temiera a Dios, se vería en peligro de sacrificar sus principios
en aras de la armonía. Para Abraham elegir esposa para su hijo era asunto de
suma importancia y anhelaba que se casara con quien no le apartase de Dios. . .
Abraham había notado los resultados que desde los
días de Caín hasta su propio tiempo dieran los casamientos entre los que temían
a Dios y los que no le temían. Tenía
ante los ojos las consecuencias de su propio matrimonio con Agar y las de los
lazos matrimoniales de Ismael y de Lot. La falta de fe de Abraham y de Sara
había dado lugar al nacimiento de Ismael, mezcla de la simiente justa con la
impía. La influencia del padre sobre su hijo era contrarrestada por la de los
idólatras parientes de su madre, y por la unión de Ismael con mujeres paganas.
. .
La esposa de Lot era una mujer egoísta e
irreligiosa, que ejerció su influencia para separar a su marido de Abraham. Si
no hubiera sido por ella, Lot no habría quedado en Sodoma, privado de los
consejos del sabio y piadoso patriarca. . .
Nadie que tema a Dios puede unirse sin peligro con
quien no le teme. "¿Andarán dos juntos, si no estuvieron de acuerdo?"
(Amós 3: 3). La felicidad y la prosperidad del matrimonio dependen de la unidad
que haya entre los esposos; pero entre el creyente y el incrédulo hay una
diferencia radical de gustos, inclinaciones y propósitos. Sirven a dos señores entre
los cuales la concordia es imposible. Por puros y rectos que sean los
principios de una persona, la influencia de un cónyuge incrédulo tenderá a
apartarla de Dios. . . El mandamiento del Señor dice: "No os juntéis en
yugo con los infieles" (2 Cor. 6: 14) (Patriarcas y Profetas, págs. 168,
171, 172). 58
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