Gén. 25: 29-34.
Así menospreció Esaú la primogenitura. (Gén. 25:
34).
Esaú no amaba la devoción, ni tenía inclinación
hacia la vida religiosa. Las exigencias que acompañaban a la primogenitura
espiritual eran para él una restricción desagradable y hasta odiosa. La ley de
Dios, condición del pacto divino con Abraham, era considerada por Esaú como un
yugo servil. Inclinado a la complacencia
propia, nada deseaba tanto como la libertad para hacer su gusto. Para él, el
poder y la riqueza, los festines y el alboroto, constituían la felicidad. Se
jactaba de la libertad ilimitada de su vida indómita y errante (Patriarcas y
Profetas, pág. 176).
Hay muchos que son como Esaú. El representa a
aquellos que tienen a su alcance una valiosa bendición especial -la herencia
eterna, una vida perdurable como la vida de Dios, el Creador del universo,
felicidad sin medida, y un eterno peso de gloria-, pero que han dado rienda
suelta a sus apetitos, pasiones e inclinaciones, de tal forma que se ha debilitado
su poder para discernir y apreciar el valor de las cosas eternas.
Esaú tenía un fuerte deseo especial por un tipo
determinado de alimento, y había satisfecho por tanto tiempo al yo que no
sentía la necesidad de dar la espalda a la tentadora vianda que codiciaba.
Pensó en ella, sin hacer un esfuerzo especial para
dominar su apetito, hasta que el poder del mismo lo dominó y echó por tierra
toda otra consideración: se imaginó que sufriría una gran molestia, y aun la
muerte, si no podía obtener precisamente ese plato. Cuanto más pensaba en ello,
más se fortalecía su deseo, hasta que su primogenitura, que era sagrada, perdió
su valor y su carácter santo (Testimonies, tomo 2, págs. 38, 39).
Esaú no se dio cuenta de que había pasado el momento
decisivo de su vida. Lo que él consideraba como algo apenas digno de tenerse en
cuenta, era lo que revelaba los rasgos prevalecientes de su carácter. Mostraba
su deseo, mostraba lo que verdaderamente sentía por aquello que era sagrado y
que debiera haber sido santamente apreciado. Vendió su primogenitura por una
pequeña complacencia en solucionar sus deseos inmediatos, y esto determinó el
curso posterior de su vida. (SDA Bible Commentary, tomo 1, págs. 1094, 1095).
Esaú representa a aquellos que no han gustado los
privilegios que les pertenecen, comprados a un precio infinito, y han vendido
su primogenitura por alguna satisfacción del apetito, o por el amor al dinero (Ibid.).
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