Gén. 28: 16-22.
Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de
Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti. (Gén. 28: 22).
Siguiendo la costumbre de conmemorar los
acontecimientos de importancia, Jacob erigió un monumento a la misericordia de
Dios, para que siempre que pasara por aquel camino, pudiese detenerse en ese
lugar sagrado para adorar al Señor. . . Con profunda gratitud repitió la
promesa que le aseguraba que la presencia de Dios estaría con él; y luego hizo
el solemne voto: "Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje que
voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si tornare en paz a
casa de mi padre, Jehová será mi Dios, y esta piedra que he puesto por título,
será casa de Dios: y de todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para
ti".
Jacob no estaba tratando de concertar condiciones con Dios. El Señor ya le había prometido prosperidad, y este voto era la expresión de un corazón lleno de gratitud por la seguridad del amor y la misericordia de Dios. Jacob comprendía que Dios tenía sobre él derechos que estaba en el deber de reconocer, y que las señales especiales de la gracia divina que se le habían concedido, le exigían reciprocidad.
Cada bendición que se nos concede demanda una
respuesta hacia el Autor de todos los dones de la gracia. El cristiano debiera
repasar muchas veces su vida pasada, y recordar con gratitud las preciosas
liberaciones que Dios ha obrado en su favor, sosteniéndole en la tentación,
abriéndole camino cuando todo parecía tinieblas y obstáculos, y dándole nuevas
fuerzas cuando estaba por desmayar. Debiera reconocer todo esto como pruebas de
la protección de los ángeles celestiales. En vista de estas innumerables
bendiciones debiera preguntarse muchas veces con corazón humilde y agradecido:
"¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo"? (Sal.
116: 12).
Nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros bienes
debieran dedicarse en forma sagrada al que nos confió estas bendiciones. Cada
vez que se obra en nuestro favor una liberación especial, o recibimos nuevos e
inesperados favores, debiéramos reconocer la bondad de Dios, expresando nuestra
gratitud no sólo en palabras, sino, como Jacob, mediante ofrendas y dones para
su causa. Así como recibimos constantemente las bendiciones de Dios, también
hemos de dar sin cesar (Patriarcas y Profetas, págs. 184, 185). 66
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