Jer. 32: 24-30.
¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay
otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado.
(Jer. 30:7).
Cuando Cristo acabe su obra mediadora en favor del
hombre, entonces empezará ese tiempo de aflicción. Entonces la suerte de cada
alma habrá sido decidida, y ya no habrá sangre expiatoria para limpiarnos del
pecado. . . Entonces el espíritu que reprime el mal se retirará de la tierra. Como
Jacob estuvo bajo la amenaza de muerte de su airado hermano, así también el
pueblo de Dios estará en peligro de los impíos que tratarán de destruirlo. Y
como el patriarca luchó toda la noche pidiendo ser librado de la mano de Esaú,
así clamarán los justos a Dios día y noche que los libre de los enemigos que
los rodean. . .
Cuando en su angustia Jacob se asió del Ángel y le
suplicó con lágrimas, el Mensajero celestial, para probar su fe, le recordó
también su pecado y trató de librarse de él. Pero Jacob no se dejó
desviar. Había aprendido que Dios es
misericordioso, y se apoyó en su misericordia.
Se refirió a su arrepentimiento del pecado, y pidió liberación. Mientras
repasaba su vida, casi fue impulsado a la desesperación; pero se aferró al
Ángel, y con fervientes y agonizantes súplicas insistió en sus ruegos, hasta
que prevaleció.
Tal será la experiencia del pueblo de Dios en su lucha final con los poderes del mal. Dios probará la fe de sus seguidores, su constancia, y su confianza en el poder de él para librarlos. Satanás se esforzará por aterrarlos con el pensamiento de que su situación no tiene esperanza; que sus pecados han sido demasiado grandes para alcanzar el perdón.
Tendrán un profundo sentimiento de sus faltas, y al examinar su vida, verán desvanecerse sus esperanzas. Pero recordando la grandeza de la misericordia de Dios, y su propio arrepentimiento sincero, pedirán el cumplimiento de las promesas hechas por Cristo a los pecadores desamparados y arrepentidos. Su fe no faltará porque sus oraciones no sean contestadas en seguida. Se asirán del poder de Dios, como Jacob se asió del Ángel, y el lenguaje de su alma será: "No te dejaré, si no me bendices" (Patriarcas y Profetas 199, 200). 69
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