Gén. 37: 12-36.
Rama fructífera es José, rama fructífera junto a
una fuente cuyos vástagos se extienden sobre el muro. (Gén. 49: 22).
José consideraba el haber sido vendido y llevado a
Egipto como la peor calamidad que podría haberle sucedido; sin embargo, sintió
la necesidad de confiar en Dios como nunca la había sentido antes, cuando
estaba protegido por el amor de su padre (SDA Bible Commentary, tomo 1, pág.
1096).
Cuando la caravana marchaba hacia el sur, hacia las
fronteras de Canaán, el joven pudo divisar a lo lejos las colinas entre las
cuales se hallaban las tiendas de su padre. Lloró amargamente al pensar en la
soledad y el dolor de aquel padre amoroso. Nuevamente recordó la escena de
Dotán. Vio a sus airados hermanos y sintió sus miradas furiosas dirigidas hacia
él. Las punzantes e injuriosas palabras con que habían contestado a sus
súplicas angustiosas resonaban aún en sus oídos. Con el corazón palpitante
pensaba en qué le reservaría el porvenir. ¡Qué cambio de condición! ¡De hijo
tiernamente querido había pasado a ser esclavo menospreciado y desamparado! . .
.
Pero, en la providencia de Dios, aun esto debía ser
una bendición para él. Aprendió en pocas
horas, lo que de otra manera le hubiera requerido muchos años. Por fuerte y
tierno que hubiera sido el cariño de su padre, le había hecho daño por su
parcialidad y complacencia. Aquella preferencia poco juiciosa había enfurecido
a sus hermanos, y los había inducido a llevar a cabo el cruel acto que lo
alejaba ahora de su hogar. Sus efectos se manifestaban también en su propio
carácter. En él se habían fomentado defectos que ahora debía corregir. . .
Entonces sus pensamientos se dirigieron al Dios de su
padre. En su niñez se le había enseñado a amarle y temerle. A menudo, en la
tienda de su padre, había escuchado la historia de la visión que Jacob había
presenciado cuando huyó de su casa desterrado y fugitivo. . . Su alma se
conmovió y tomó la alta resolución de mostrarse fiel a Dios y de obrar en cualquier
circunstancia como convenía a un súbdito del Rey de los cielos. Serviría al Señor con corazón íntegro;
afrontaría con toda fortaleza las pruebas que le deparara su suerte, y cumpliría
todo deber con fidelidad. La experiencia de ese día fue el punto decisivo en la
vida de José. Su terrible calamidad le transformó de un niño mimado que era en
un hombre reflexivo, valiente y sereno (Patriarcas y Profetas, págs. 214, 215).
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