Gén. 39: 1-6.
Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero. .
. Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo
hacía prosperar en su mano. (Gén. 39: 2, 3).
Al llegar a Egipto, José fue vendido a Potifar,
jefe de la guardia real, a cuyo servicio permaneció durante diez años. Allí
estuvo expuesto a tentaciones extraordinarias. Estaba en medio de la idolatría.
La adoración de dioses falsos, estaba rodeada de toda la pompa de la realeza,
sostenida por la riqueza y la cultura de la nación más altamente civilizada de
aquel entonces. No obstante, José
conservó su sencillez y fidelidad a Dios. Las escenas y la seducción del vicio
le circundaban por todas partes, pero él permaneció como quien no veía ni oía. No
permitió que sus pensamientos se detuvieran en asuntos prohibidos.
El deseo de ganarse el favor de
los egipcios no pudo inducirle a ocultar sus principios. Si hubiera tratado de hacer
esto, habría sido vencido por la tentación; pero no se avergonzó de la religión
de sus padres, y no hizo ningún esfuerzo por esconder el hecho de que adoraba a
Jehová. . . La confianza de Potifar en José aumentaba diariamente, y por fin le
ascendió a mayordomo, con dominio completo sobre todas sus posesiones. . .
La notable prosperidad que acompañaba a todo lo que
se encargara a José no era resultado de un milagro directo, sino que su
industria, su interés y su energía fueron coronados con la bendición
divina. José atribuyó su éxito al favor
de Dios, y hasta su amo idólatra aceptó eso como el secreto de su sin igual
prosperidad. Sin embargo, sin sus esfuerzos constantes y bien dirigidos, nunca
habría podido alcanzar tal éxito. Dios fue glorificado por la fidelidad de su
siervo. Era el propósito divino que por la pureza y la rectitud, el creyente en
Dios apareciera en marcado contraste con los idólatras, para que así la luz de
la gracia celestial brillase en medio de las tinieblas del paganismo.
La dulzura y la fidelidad de José cautivaron el
corazón del jefe de la guardia real, que llegó a considerarlo más como un hijo
que como un esclavo. El joven entró en contacto con hombres de alta posición y
de sabiduría, y adquirió conocimientos de las ciencias, los idiomas y los
negocios; educación necesaria para quien sería más tarde primer ministro de
Egipto (Patriarcas y Profetas, págs. 215-216). 75
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