Exo. 2: 11-15.
Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los
egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras. (Hech. 7: 22).
Moisés suponía que su educación en la sabiduría de
Egipto lo había capacitado completamente para sacar a los hijos de Israel de la
esclavitud. ¿No estaba acaso instruido en todo lo que debía saber un general de
ejército? ¿No había tenido las mayores ventajas de las mejores escuelas del
reino? Sí; él sentía que podía
liberarlos. Primeramente se ocupó en tratar de ganar el favor de su propio
pueblo haciéndole justicia. Mató a un egipcio que oprimía a uno de sus
hermanos. Al hacer esto, manifestó el espíritu de aquel que es homicida desde
el principio, y probó que no era digno de representar al Dios de misericordia,
amor y ternura. Su primer intento se convirtió en un fracaso miserable. Como
muchos otros, inmediatamente perdió su confianza en Dios y dio la espalda a la
obra que se le había encomendado.
Huyó de la ira del Faraón. Llegó a la conclusión de
que a causa de su error. . . Dios no le permitiría tener parte alguna en la obra
de liberar a su pueblo de su cruel esclavitud. Pero el Señor permitió que
sucedieran estas cosas para poder enseñarle la bondad, benevolencia y paciencia
que todo obrero del Señor necesita tener. . .
Estando Moisés en las mismas cumbres de su gloria humana, el Señor permitió que revelara la necedad de la sabiduría del hombre, la debilidad de la fuerza humana, para hacerle comprender su completa impotencia y su ineficiencia sin el sostén del Señor Jesús (Fundamentals of Christian Education, págs. 342, 344).
Al dar muerte al egipcio, Moisés había caído en el
mismo error que cometieron tan a menudo sus antepasados; es decir, había
intentado realizar por sí mismo lo que Dios había prometido hacer. Dios no se
proponía libertar a su pueblo mediante la guerra, como pensó Moisés, sino por
su propio gran poder, para que la gloria fuese atribuida solo a él. No
obstante, aun de este acto apresurado se valió el Señor para cumplir sus
propósitos. Moisés no estaba preparado para su gran obra. Aún tenía que
aprender la misma lección de fe que se les había enseñado a Abrahán y a Jacob,
es decir, a no depender, para el cumplimiento de las promesas de Dios, de la
fuerza y sabiduría humanas, sino del poder divino (Patriarcas y Profetas, pág.
253). 83
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuUCOpUfXzaq8n4wQXmyR80
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