Exo. 12: 29-42.
Sacó a su pueblo con gozo; con
júbilo a sus escogidos. (Sal. 105: 43).
Con los lomos ceñidos, las
sandalias calzadas, y el bordón en la mano, el pueblo de Israel permanecía en
silencio reverente, y sin embargo expectante, aguardando que el mandato real
les ordenara ponerse en marcha. Antes de llegar la mañana, ya estaban en
camino. . . Aquel día completó la historia revelada a Abraham en visión
profética siglos antes: "Ten por cierto que tu simiente será peregrina en
tierra no suya, y servirá a los de allí, y serán por ellos afligidos
cuatrocientos años. Mas también a la gente a quien servirán, juzgaré yo; y
después de esto saldrán con grande riqueza" (Patriarcas y Profetas, págs.
286, 287).
Al sacar a Israel de Egipto, Dios
manifestó nuevamente su poder y misericordia. Las obras maravillosas realizadas
al librarlos del cautiverio y la forma en que los trató en su viaje por el
desierto, no fueron únicamente para el beneficio de Israel. Habían de ser una
lección objetiva para las naciones circunvecinas. El Señor se reveló a sí mismo
como un Dios que estaba por encima de toda autoridad y grandeza humanas. Las
señales y maravillas que realizó en favor de su pueblo mostraban su poder sobre
la naturaleza y sobre los más encumbrados adoradores de ella.
Dios pasó por la orgullosa tierra de Egipto así como pasará por la tierra en los últimos días. Con fuego y tempestad, terremoto y muerte, el gran YO SOY redimió a su pueblo. Lo sacó de la tierra de esclavitud. Lo guió a través de "un desierto grande y espantoso, de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed" (Deut. 8: 15). Les sacó agua de "la roca del pedernal" y los alimentó con "trigo de los cielos" (Sal. 78: 24).
"Porque -como le dijo a
Moisés- la parte de Jehová es su pueblo; Jacob la cuerda de su heredad. Hallólo
en tierra de desierto, y en desierto horrible y yermo; trájolo alrededor,
instruyólo, guardólo como la niña de su ojo.
Como el águila despierta su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende
sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas: Jehová solo le guió, que no
hubo con él dios ajeno" (Deut. 32: 9-12). Así los sacó para él, para que
pudieran morar bajo la sombra del Altísimo (Palabras de Vida del Gran Maestro,
págs. 269, 270). 91
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuUCOpUfXzaq8n4wQXmyR80
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