Teniendo
por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios;
porque tenía puesta la mirada en el galardón. (Heb. 11: 26).
Moisés
había estudiado. Estaba compenetrado de toda la ciencia de los egipcios, pero
éste no era el único requisito que necesitaba para prepararse para su
obra. Por la providencia de Dios, debía
aprender a tener paciencia, a dominar sus pasiones. En la escuela de la
abnegación y de las privaciones iba a recibir una educación que le resultaría
de sumo provecho. Estas pruebas lo prepararían para dispensar un cuidado
paternal a todos los que necesitasen su ayuda. Ningún conocimiento, estudio o
erudición podía reemplazar esa experiencia de las pruebas para alguien que
debía velar por las almas como quien tiene que rendir cuenta. Al realizar el
trabajo de un humilde pastor, al olvidarse de sí mismo e interesarse por el
rebaño puesto a su cuidado, iba a prepararse para la obra más exaltada dada
alguna vez a los mortales, la de ser pastor de las ovejas del prado de Jehová.
Los
que temen a Dios en el mundo deben estar en comunión con él. Cristo es el
educador más perfecto que alguna vez conoció el mundo. Para Moisés fue más
valioso recibir su sabiduría y conocimiento que todas las enseñanzas de los
egipcios. . .
La
fe de Moisés lo condujo a contemplar las cosas invisibles, eternas. Dejó las
espléndidas atracciones de la vida de la corte porque allí estaba el pecado. Abandonó
lo aparentemente bueno que estaba a su alcance y que lo conducía solamente a la
ruina y a la destrucción. Para él tenían valor las atracciones reales, eternas.
Los sacrificios hechos por Moisés no eran realmente sacrificios. Perdía un bien
aparente, presente, halagüeño, para obtener el bien seguro, de lo alto, inmortal.
Moisés
soportó el vituperio de Cristo, considerándolo de más valor que todas las
riquezas de Egipto. Creyó lo que Dios le había dicho y no pudo ser desviado de
su integridad por ninguno de los vituperios del mundo. Caminó por la tierra
como libre hombre de Dios. . . Miró a las cosas invisibles y no vaciló. Sentía
la atracción de la recompensa, y así puede suceder con nosotros. Era amigo de
Dios (Testimonies, tomo 4, págs. 343, 345). 85
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuUCOpUfXzaq8n4wQXmyR80
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