Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del
rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. (Heb. 11: 27).
Moisés tenía un profundo sentido de la presencia
personal de Dios. No miraba solamente a través de los siglos esperando que
Cristo se manifestase en la carne, sino que veía a Cristo de una manera
especial acompañando a los hijos de Israel en todos sus viajes. Dios era real
para él, siempre presente en sus pensamientos. Cuando se le interpretaba
erróneamente, cuando estaba llamado a arrostrar peligros y soportar insultos
por amor de Cristo, los sufría sin represalias. Moisés creía en Dios, como en
Aquel a quien necesitaba, y quien le ayudaría por causa de su necesidad. Dios
era para él un auxilio presente.
Mucha de la fe que vemos es meramente nominal;
escasea la fe verdadera, confiada y perseverante. Moisés realizó en su propia
experiencia la promesa de que Dios será galardonador de aquellos que le buscan
diligentemente. Tenía respeto por la recompensa del galardón. En esto hay otro
punto de la fe que deseamos estudiar: Dios recompensará al hombre de fe y
obediencia. Si esta fe penetra en la
experiencia de la vida, habilitará a cada uno de los que temen y aman a Dios
para soportar pruebas. Moisés estaba lleno de confianza en Dios, porque tenía
una fe que se apropiaba sus promesas. Necesitaba ayuda, oraba por ella, se
aferraba a ella por la fe, y entretejía en su experiencia la creencia de que
Dios le cuidaba. Creía que Dios regía su vida en particular. Veía y reconocía a
Dios en todo detalle de su vida, y sentía que estaba bajo el ojo del que lo ve
todo, que pesa los motivos y prueba el corazón.
Miraba a Dios, y confiaba en que él le daría fuerza
para vencer toda tentación. . . La presencia de Dios bastaba para hacerle
atravesar las situaciones más penosas en las cuales un hombre pudiera ser
colocado.
Moisés no pensaba simplemente en Dios; le veía. Dios
era la constante visión que había delante de él; nunca perdía de vista su
rostro. Veía a Jesús como su Salvador, y creía que los méritos del Salvador le
serían imputados. Esta fe no era para Moisés una suposición; era una realidad. Esa
es la clase de fe que necesitamos: la fe que soportará la prueba. ¡Oh cuántas
veces cedemos a la tentación porque no mantenemos nuestros ojos puestos en
Jesús! (Joyas de los Testimonios, tomo 2, págs. 267, 268). 86
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuUCOpUfXzaq8n4wQXmyR80
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