Exo. 7-11.
Pero Jehová endureció el corazón
de Faraón, y este no dejó ir a los hijos de Israel. (Exo. 10: 20).
¿Cómo endurece el Señor los
corazones de los hombres? De la misma
manera en que fue endurecido el corazón de Faraón. Dios envió a este rey un
mensaje de advertencia y misericordia, pero él se negó a reconocer al Dios del
cielo y no quiso obedecer sus mandamientos. Preguntó: "¿Quién es Jehová,
para que yo oiga su voz?"
El Señor le dio evidencia de su
poder realizando señales y milagros delante de él. El gran YO SOY familiarizó a Faraón con sus
obras maravillosas, mostrándole que era el gobernante de cielo y tierra, pero
el rey eligió desafiar al Dios del cielo. No consintió en humillar su empecinado corazón ni aun delante del Rey de
reyes, para poder recibir la luz; estaba determinado a seguir su propio camino,
llevando hasta lo último su rebelión. Eligió hacer su propia voluntad, y puso a
un lado el mandato de Dios, y la misma evidencia de que Jehová estaba sobre
todos los dioses de las naciones, sobre todos los sabios y magos, sólo sirvió
para cegar su mente y endurecer su corazón.
Si Faraón hubiera aceptado la
evidencia del poder de Dios dada en la primera plaga, se hubiera ahorrado todos
los juicios que siguieron. Pero su
marcada tozudez pedía aún mayores demostraciones del poder de Dios, y las
plagas cayeron una tras otra hasta que finalmente fue llamado a mirar el rostro
sin vida de su propio primogénito y de los de su raza, mientras que los hijos
de Israel, a quienes él tenía como esclavos, no sufrieron daño de las plagas,
ni fueron tocados por el ángel destructor. Dios mostró sobre quiénes descansaba
su favor, quiénes constituían su pueblo (Carta 31, 1891).
Cada evidencia adicional del
poder de Dios que el monarca egipcio resistía, lo conducía a desafiar a Dios
con más fuerza y persistencia. . . Este
caso es una ilustración clara del pecado contra el Espíritu Santo. "Todo lo que el hombre sembrare, eso
también segará". Gradualmente el
Señor retiró su Espíritu. Al quitar su
poder refrenador, el rey quedó a merced del peor de los tiranos: el yo (SDA
Bible Commentary, tomo 1, pág. 1100). 90
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuUCOpUfXzaq8n4wQXmyR80
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