He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y
el apartarse del mal, la inteligencia. (Job 28: 28).
La vida llena de altibajos de José no era obra de
la casualidad; estaba ordenada por la Providencia. ¿Pero cómo se capacitó para
dejar un registro tal de firmeza de carácter, rectitud y sabiduría? Eso era el
resultado de la cuidadosa educación recibida en sus primeros años. José
consultaba al deber antes que la inclinación, y la pureza y confianza sencilla
del joven trajeron frutos en las acciones del hombre. Los talentos más
brillantes carecen de valor a menos que sean utilizados; los hábitos de
trabajo, la fuerza de carácter y las buenas cualidades mentales no son
accidentales. Dios da oportunidades; el
éxito depende del uso que hagamos de ellas. Hay que discernir prontamente las
oportunidades de la Providencia y aferrarlas con anhelo (Testimonies, tomo 5,
pág. 321).
No sólo para el reino de Egipto, sino para todas
las naciones relacionadas con ese poderoso reino, se manifestó Dios por medio
de José. Quiso hacerle portaluz para todos los pueblos, y le colocó en el
segundo puesto después del trono, en el mayor imperio del mundo, a fin de que
la iluminación celestial pudiese extenderse lejos y cerca (Joyas de los
Testimonios, tomo 2, pág. 477).
Pocos se dan cuenta de la influencia de las cosas
pequeñas de la vida en el desarrollo del carácter. Ninguna tarea que debamos
cumplir es realmente pequeña. Las variadas circunstancias que afrontamos día
tras día están concebidas para probar nuestra fidelidad, y han de capacitarnos
para mayores responsabilidades.
ADHIRIÉNDOSE a los principios rectos en las transacciones ordinarias de la vida, la mente
se acostumbra a mantener las demandas del deber por encima del placer y de las
inclinaciones propias. Las mentes disciplinadas en esta forma no vacilan entre
el bien y el mal, como la caña que tiembla movida por el viento; son fieles al
deber porque han desarrollado hábitos de lealtad y veracidad. Mediante la fidelidad en lo mínimo, adquieren
fuerza para ser fieles en asuntos mayores. Un carácter recto es de mucho más
valor que el oro de Ofir. Sin él, nadie puede elevarse a un cargo honorable.
Pero el carácter no se hereda. No se puede comprar. La excelencia moral y las
buenas cualidades mentales no son el resultado de la casualidad. Los dones más
preciosos carecen de valor a menos que sean aprovechados (Patriarcas y
Profetas, págs. 223, 224).79
AUDIO:
https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVvUb7ZFVc2nEb6mtOwZpX_E
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