1 Rey. 18:41-46.
Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las
nuestras y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra
por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra
produjo su fruto. (Sant. 5:17,18).
Se nos presentan lecciones importantes en la experiencia de Elías. Cuando sobre el monte Carmelo ofreció la oración pidiendo lluvia, su fe fue probada, pero perseveró en presentar su pedido a Dios... Si, desalentado, hubiera abandonado a la sexta vez, su oración no hubiera sido contestada pero perseveró hasta que llegó la respuesta.
Tenemos un Dios cuyo
oído no está cerrado a nuestras peticiones, y si ponemos a prueba su palabra,
él honrará nuestra fe. Quiere que todos nuestros intereses estén entrelazados
con los suyos, y entonces podrá bendecirnos sin peligro, porque ya no nos
atribuiremos la gloria cuando llegue la bendición; sino que daremos a Dios toda
la alabanza. Dios no siempre contesta nuestras oraciones la primera vez que le
rogamos, porque si lo hiciera, pensaríamos que tenemos derecho a todas las
bendiciones y favores que nos concede. En vez de escudriñar nuestros corazones
para ver si acariciamos algún mal o nos complacemos en algún pecado, nos
volveríamos descuidados y fallaríamos en comprender nuestra dependencia de él,
y nuestra necesidad de su ayuda.
Elías se humilló hasta que estuvo en condiciones de
no atribuirse a sí mismo la gloria. Esta es la condición por la cual el Señor
escucha la oración, porque entonces daremos a él la alabanza. La costumbre de
alabar a los hombres da como resultado un gran mal. Uno alaba al otro, y de
esta forma los hombres llegan a creer que la gloria y la honra les pertenecen. Cuando
ensalzáis a un hombre, estáis poniendo una trampa para su alma, y hacéis
justamente lo que Satanás quiere que hagáis. . . Solamente Dios es digno de ser
glorificado (SDA Bible Commentary, tomo 2, págs. 1034, 1035).
A medida que [Elías] escudriñaba su corazón,
parecía disminuirse más y más, tanto en su propia estima como a la vista de
Dios. Le parecía que no valía nada, y que Dios lo era todo; y cuando alcanzó el
punto de renunciar a sí mismo, mientras se aferraba al Salvador como su única
fuerza y justicia, la respuesta llegó (Id., pág. 1035). 213
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVsnRK5QeFraHB292UJ6gxtG
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