Juec. 16: 15-23.
Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de
él. (Juec. 16: 20).
Día tras día Dalila le fue instando con sus palabras hasta "que su alma fue reducida a mortal angustia". Sin embargo, una fuerza sutil le sujetaba al lado de ella. Vencido por último, Sansón le dio a conocer el secreto: "Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y seré debilitado, y como todos los hombres". En seguida envió Dalila un mensajero a los señores de los filisteos, para instarles a venir sin tardanza alguna.
Mientras el guerrero dormía, se le
cortaron las espesas trenzas de la cabeza. Luego, como lo había hecho tres
veces antes, ella gritó: "Sansón, los filisteos sobre ti!"
Despertándose repentinamente, quiso hacer uso de su fuerza como en otras
ocasiones, y destruirlos; pero sus brazos impotentes se negaron a obedecerle, y
entonces se dio cuenta de "que Jehová ya se había de él apartado".
Cuando se lo hubo rapado, Dalila empezó a molestarle y a causarle dolor para
probar su fuerza; pues los filisteos no se atrevían a aproximársele hasta que
estuvieran plenamente convencidos de que su fuerza había desaparecido. Entonces
le prendieron, y habiéndole sacado los ojos, lo llevaron a Gaza. Allí quedó
atado con cadenas y grillos en la cárcel y condenado a trabajos forzados.
¡Cuán grande era el cambio para el que había sido
juez y campeón de Israel, al verse ahora débil, ciego, encarcelado, rebajado a
los menesteres más viles! Poco a poco había violado las condiciones de su
sagrada vocación. Dios había tenido mucha paciencia con él; pero cuando se
entregó de tal manera al poder del pecado que traicionó su secreto, el Señor se
apartó de él y le abandonó. No había virtud alguna en sus cabellos largos, sino
que eran una señal de su lealtad a Dios; y cuando sacrificó ese símbolo para
satisfacer su pasión, perdió también las bendiciones que representaba
(Patriarcas y Profetas, págs. 610, 611).
Si la cabeza de Sansón hubiese sido rapada sin
culpa de su parte, su fuerza hubiera permanecido. Pero su conducta había
mostrado tanto desprecio por el favor y la autoridad de Dios que era como si él
mismo desdeñosamente se hubiese cortado las guedejas de la cabeza. Por eso Dios
dejó que soportara los resultados de su propio extravío (SDA Bible Commentary,
tomo 2, pág. 1007). 135
AUDIO:
https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVvB82R0AOwjMNfRTLYsv9JL
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