1 Sam. 7.
Contra Jehová hemos pecado. . . No ceses de clamar
por nosotros a Jehová nuestro Dios. (1 Sam. 7: 6, 8).
Samuel visitaba las ciudades y aldeas de todo el
país, procurando hacer volver el corazón del pueblo al Dios de sus padres; y
sus esfuerzos no quedaron sin buenos resultados. Después de sufrir la opresión
de sus enemigos durante veinte años, "toda la casa de Israel lamentaba en
pos de Jehová". Samuel les aconsejó: "Si de todo vuestro corazón os
volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y
preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid". Aquí vemos que la
piedad práctica, la religión del corazón, era enseñada en los días de Samuel
como lo fue por Cristo cuando estuvo en la tierra. Sin la gracia de Cristo, de
nada le valían al Israel de antaño las formas externas de la religión. Tampoco
valen para el Israel moderno.
Es hoy muy necesario que la verdadera religión del
corazón reviva como sucedió en el antiguo Israel. El arrepentimiento es el
primer paso que debe dar todo aquel que quiera volver a Dios. Nadie puede hacer
esta obra por otro. Individualmente debemos humillar nuestras almas ante Dios,
y apartar nuestros ídolos. Cuando hayamos hecho todo lo que podamos, el Señor
nos manifestará su salvación. . .
Se reunió una gran asamblea en Mizpa. Allí se celebró
un ayuno solemne. Con profunda humillación, el pueblo confesó sus pecados; y en
testimonio de su resolución de obedecer las instrucciones que había oído,
invistió a Samuel con la autoridad de juez. . .
Mientras Samuel estaba ofreciendo un cordero en
holocausto, los filisteos se acercaron para dar batalla. . . Una tempestad
terrible se desató sobre el ejército que avanzaba, y por la tierra quedaron
sembrados los cadáveres de guerreros poderosos. Los israelitas habían
permanecido quietos, en silencioso asombro, temblando de esperanza y de temor.
Cuando presenciaron la matanza de sus enemigos, se dieron cuenta de que Dios
había aceptado su arrepentimiento. . .
Para las naciones así como para los individuos, el
camino de la obediencia a Dios es el sendero de la seguridad y de la felicidad,
mientras que, por otro lado, el de la transgresión conduce tan sólo al desastre
y la derrota (Patriarcas y Profetas, págs. 640, 641). 146
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVthz1LUwlEutEq2CT7cW3WG
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