1 Sam. 2: 22-36.
No oyeron la voz de su padre. (1 Sam. 2: 25).
Elí era sacerdote y juez de Israel. Ocupaba los
puestos más altos y de mayor responsabilidad entre el pueblo de Dios. Como
hombre escogido divinamente para las sagradas obligaciones del sacerdocio, y
puesto sobre todo el país como la autoridad judicial más elevada, se le
consideraba como un ejemplo, y ejercía una gran influencia sobre las tribus de
Israel. Pero, aunque había sido nombrado para que gobernara al pueblo, no regía
bien su propia casa. . . Amaba tanto la paz y la comodidad, que no ejercía su
autoridad para corregir los malos hábitos ni las pasiones de sus hijos. Antes
que contender con ellos, o castigarlos, prefería someterse a la voluntad de
ellos, y les cedía en todo. En vez de considerar la educación de sus hijos como
una de sus responsabilidades más importantes, trataba el asunto como si tuviera
muy poca importancia.
El sacerdote y juez de Israel no había sido dejado
en las tinieblas con respecto a la obligación de refrenar y disciplinar a los
hijos que Dios había confiado a su cuidado. Pero Elí se sustrajo a estas
obligaciones, porque significaban contrariar la voluntad de sus hijos, y le
imponían la necesidad de castigarlos y de negarles ciertas cosas. . .
La maldición de la transgresión era patente en la
corrupción y la impiedad que distinguían la conducta de sus hijos. No
apreciaban debidamente el carácter de Dios ni la santidad de su ley. El
servicio de él era para ellos una cosa común. Desde su niñez se habían
acostumbrado al santuario y su servicio; pero en vez de volverse más
reverentes, habían perdido todo sentido de su santidad y significado. El padre
no había corregido la falta de respeto que manifestaban hacia su propia
autoridad, ni había refrenado su irreverencia por los servicios solemnes del
santuario; y cuando llegaron a la edad viril estaban llenos de los frutos
mortíferos del escepticismo y la rebelión. . .
No hay maldición más grande en una casa que la de
permitir a los niños que hagan su propia voluntad. Cuando los padres acceden a
todos los deseos de sus hijos y les permiten participar en cosas que reconocen
perjudiciales, los hijos pierden pronto todo respeto por sus padres, toda
consideración por la autoridad de Dios o del hombre, y son llevados cautivos de
la voluntad de Satanás (Patriarcas y Profetas, págs. 621, 622, 626). 141
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVttBwS3S7g8RL-F2cPX4l2-
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