1 Sam. 14: 24-46.
Cualquiera que coma pan antes de caer la noche,
antes que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito. (1 Sam. 14: 24).
La orden de no comer fue motivada por una ambición
egoísta, y demostraba que el rey era indiferente a las necesidades de su pueblo
cuando ellas contrariaban su deseo de ensalzamiento propio. Y al confirmar esta
prohibición mediante un juramento solemne, demostró Saúl que era profano a la
vez que temerario. Las palabras mismas de la maldición atestiguan que el celo
de Saúl era en favor suyo, y no para la gloria de Dios. Declaró que su
propósito no era "que el Señor fuese vengado de sus enemigos", sino
"que haya tomado venganza de mis enemigos". . .
Durante la batalla, Jonatán, que nada sabía del
mandamiento del rey, lo violó inadvertidamente al comer un poco de miel
mientras pasaba por el bosque. Saúl lo supo por la noche. Había declarado que
la violación de su edicto sería castigada con la muerte. Aunque Jonatán no se había
hecho culpable de un pecado voluntario, a pesar de que Dios le había preservado
la vida milagrosamente y había obrado la liberación por medio de él, el rey
declaró que la sentencia debía ejecutarse. Perdonar la vida a su hijo habría
sido de parte de Saúl reconocer tácitamente que había pecado al hacer un voto
tan temerario. Habría humillado su orgullo personal. "Así me haga Dios
-fue la terrible sentencia- y así me añada, que sin duda morirás,
Jonatán". . .
Hacia poco que, en Gilgal, Saúl había pretendido
oficiar como sacerdote, contrariando el mandamiento de Dios. Cuando Samuel le
reprendió, se obstinó en justificarse. Ahora que se había desobedecido a su
propio mandato, a pesar de que era un desacierto y había sido violado por
ignorancia, el rey y padre sentenció a muerte a su propio hijo.
El pueblo se negó a permitir que la sentencia fuese
ejecutada. Desafiando la ira del rey, declaró: "¿Ha pues de morir Jonatán,
el que ha hecho esta salud grande en Israel?
No será así. Vive Jehová que no ha de caer un cabello de su cabeza en
tierra, pues que ha obrado hoy con Dios". El orgulloso monarca no se
atrevió a menospreciar este veredicto unánime, y así se salvó la vida de
Jonatán (Patriarcas y Profetas, págs. 676, 677). 154
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVvHzeTZHeg9LuyEsTpEZcLf
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