1 Sam. 13. 1-16.
Y cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he
aquí Samuel que venía; y Saúl salió a recibirle, para saludarle. (1 Sam.
13:10).
Dios había ordenado que sólo los que habían sido
consagrados para el servicio divino podían presentarle los sacrificios. Pero
Saúl mandó: "Traedme holocaustos y sacrificios pacíficos", y así como
estaba, equipado con su armadura y sus armas de guerra, se acercó al altar y ofreció
el sacrificio delante de Dios. . . Si Saúl hubiera cumplido las condiciones
bajo las cuales se prometió la ayuda divina, el Señor habría librado
maravillosamente a Israel mediante los pocos que permanecieran fieles al rey.
Pero Saúl estaba tan satisfecho de sí mismo y de su obra, que fue al encuentro
del profeta como quien merecía alabanza y no desaprobación (Patriarcas y
Profetas, págs. 671, 672).
Saúl trató de justificar su propia conducta y culpó
al profeta en vez de condenarse a sí mismo. Hoy hay muchos que siguen una
conducta similar. Como Saúl, están ciegos ante sus errores. Cuando el Señor
quiere corregirlos, reciben el reproche como un insulto y encuentran fallas en
el que trae el mensaje divino.
Si Saúl hubiese estado ansioso de ver y confesar su
error, esta amarga experiencia hubiera sido una salvaguardia para el futuro.
Hubiera evitado las faltas que posteriormente atrajeron la reprobación divina.
Pero como le parecía que se lo estaba condenando injustamente, con toda
seguridad estaría dispuesto a cometer otra vez el mismo pecado.
El Señor quiere que su pueblo, bajo todas las
circunstancias, manifieste una confianza absoluta en él. Aunque no podamos
siempre comprender las formas de actuar de su providencia, debiéramos esperar
con paciencia y humildad hasta que él vea conveniente aclarárnoslas (SDA Bible
Commentary, tomo 2, págs. 1014, 1015).
La transgresión de Saúl mostró que era indigno de que se le confiaran responsabilidades sagradas. . . Si hubiera soportado pacientemente la prueba divina, se le hubiera confirmado la corona a él y a su casa.
De hecho, precisamente para eso Samuel había venido a Gilgal. Pero Saúl
había sido pesado en la balanza y hallado falto. Debía ser quitado para dejar
el lugar a alguien que considerara como sagrados el honor y la autoridad
divinos (Id., pág. 1015). 152
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVvHzeTZHeg9LuyEsTpEZcLf
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