Mat. 26:57-65.
Rasgad vuestro corazón,
y no vuestros vestidos y convertíos a Jehová vuestro Dios. (Joel 2:13).
En ninguna circunstancia. . . había de desgarrar el sacerdote sus ropas, como era, entre los Judíos, costumbre hacerlo en ocasión de la muerte de amigos y deudos.
Los
sacerdotes no debían observar esta costumbre. . . Todo lo que llevaba el
sacerdote había de ser entero y sin defecto. Estas hermosas vestiduras
oficiales representaban el carácter del gran prototipo, Jesucristo
Nada que no fuese
perfecto, en la vestidura y la actitud, en las palabras y el espíritu, podía
ser aceptable para Dios. Él es santo, y su gloria y perfección deben ser
representadas por el culto terrenal. . . El hombre finito podía rasgar su
propio corazón mostrando tan espíritu contrito y humilde. Dios lo discernía.
Pero ninguna desgarradura debía ser hecha en los mantos sacerdotales, porque
esto mancillaría la representación de las cosas celestiales (El Deseado de
Todas las Gentes, págs. 655, 656).
Cuando Cristo se
declaró Hijo de Dios, Caifás, con fingido horror, rasgó su manto, y acusó al
Santo de Israel de blasfemia (SDA Bible Commentary, tomo 5, pág. 1104).
Había hecho exactamente
lo contrario de lo que el Señor había ordenado. Estando él mismo bajo la
condenación de Dios, condenó a Cristo como blasfemo. . . El manto sacerdotal
que rasgó a fin de impresionar al pueblo con su horror ante el pecado de
blasfemia, cubría un corazón lleno de maldad (Id., pág. 1105).
Cuán diferente era el
verdadero Sumo Sacerdote del falso y corrompido Caifás. De pie ante el falso
sumo sacerdote, Cristo estaba puro y sin contaminación, sin una mancha de
pecado.
Cristo lloró por la transgresión
de cada ser humano. llevó aun la culpa de Caifás, conociendo la hipocresía que
había en su alma mientras pretendía desgarrar su manto. Cristo no desgarró el
suyo, pero su alma estaba rasgada. Su ropaje de carne humana estaba rasgado
cuando colgaba de la cruz como portador del pecado por la raza humana (Ibid.).
En la actualidad muchos
que pretenden ser cristianos están en peligro de rasgar sus vestiduras,
haciendo una demostración exterior de arrepentimiento, mientras sus corazones
no están enternecidos ni subyugados. Por esto tantos continúan fracasando en la
vida cristiana. (Id., págs. 1104, 1105). 324
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtrbL52hGjPNaJMDGwACpWZ
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