Hech. 9:1-9.
Mas yendo por el
camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un
resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía:
Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Hech. 9:3,4).
A la fe y la
experiencia de los discípulos galileos que habían acompañado a Jesús, se
unieron, en la obra del Evangelio, el fogoso vigor y el poder intelectual de un
rabino de Jerusalén.
Siendo ciudadano
romano, nacido en una ciudad gentil; siendo judío, no sólo por descendencia,
sino por educación, celo patriótico y fe religiosa de toda una vida; y habiendo
sido educado en Jerusalén por los rabinos más eminentes, e instruido en todas
las leyes y tradiciones de los padres, Saulo de Tarso compartía en toda su
intensidad, el orgullo y los prejuicios de su nación. Cuando aún era joven,
llegó a ser un honrado miembro del Sanedrín. Se lo tenía por hombre promisorio,
y celoso defensor de la antigua fe.
En las escuelas
teológicas de Judea, la Palabra de Dios había sido sustituida por las
especulaciones humanas; las tradiciones e interpretaciones de los rabinos la
despojaban de su poder. . . Dominados por el odio hacia sus opresores romanos,
abrigaban la determinación de recobrar por la fuerza de las armas su supremacía
nacional. Odiaban y daban muerte a los seguidores de Jesús, cuyo mensaje de paz
era tan opuesto a sus proyectos ambiciosos. Y en esta persecución Saulo era uno
de los más crueles e implacables actores. . .
A las puertas de Damasco, la visión del Crucificado cambió todo el curso de su vida.
El
perseguidor se convirtió en discípulo, el maestro en alumno. Los días de
oscuridad pasados en la soledad, en Damasco, fueron como años para su vida. Su
estudio lo constituían las Escrituras del Antiguo Testamento, atesoradas en su
memoria, y Cristo era su Maestro (La Educación, págs. 60-62).
Pablo no pensó que
estaba haciendo ningún sacrificio real al cambiar el fariseísmo por el
Evangelio de Jesucristo. . .
Cuando Pablo comprendió que estaba en el camino equivocado, se unió, de acuerdo con la luz divina, con un pueblo al cual había pensado borrar de la tierra. . . Enseñó a Cristo y vivió como Cristo, y sufrió el martirio por causa de Cristo.
(Manuscrito 41,
1894, pág. 7). 339
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVuPpX6vP-uxa30H1-0TyxIr
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